22. La sorpresa

Me senté en el escritorio de mi habitación y pensé en la mejor manera de empezar aquella carta.

El rey Alejandro ya no estaba contento de que le hubiera desobedecido y ahora tenía que hacer todo lo posible para no crear un problema entre los reinos.

Empecé diciendo lo que pasaba entre el príncipe y yo y luego hablé de sus cualidades. Dije todo lo que no quería decir, porque sabía que Penélope lo querría en cuanto supiera que todo lo que habíamos oído sobre él era mentira.

Escribí tanto sobre cómo era él y cómo era la vida en palacio que tenía más de tres páginas. Cuando terminé, sellé la carta, vertí la cera roja y estampé el escudo de armas de Thalassia.

Con el corazón en un puño, me dirigí a un criado y le

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