Ella no quería estar bajo la lupa. No quería sentirse incómoda, por lo que no tuvo más remedio que hacerse la tonta y actuar como si no lo entendiera en absoluto. ”Esto es entre tú y Mark Tremont. No es asunto mío. Sin embargo, sería diferente si te pelearas con Arianne. Te cortaría con un cuchillo”, dijo en broma.

Alejandro se rió entre dientes. “Jeje… lo sé. No lo haré”.

En el Chalet de Tremont.

Mark finalmente se sintió más relajado una vez que llegó a casa. Todo su agotamiento en la oficina se desvaneció cuando vio a Arianne y a su hijo.

El pequeño acababa de tomar su leche y estaba lleno de energía. Arrulló y balbuceó, como si estuviera charlando. Mark miró a su hijo y subió las escaleras para darse una ducha, como de costumbre.

“Mary, ¿crees que, tal vez, no le gustan los bebés?”, Arianne murmuró.

María no estuvo de acuerdo. “¿Por qué dirías eso? No ha estado sosteniendo al pequeño Smore con demasiada frecuencia, pero ¿no es porque ha estado demasiado ocupado con el trabajo