Tanya se puso los auriculares y escuchó música. Escuchó la voz de Tiffany pero no respondió.

Por alguna extraña razón, sintió una sensación casi imperceptible. Despreciaba cómo manejaba Tiffany las cosas y sintió un ligero toque de envidia y confusión. Al final del día, Tiffany era una ciudadana nacida y criada en la capital. Las chicas de las grandes ciudades parecían venir preinstaladas con su propio halo: ella no necesitaba trabajar duro; su círculo estaba en una clase superior al suyo.

No importa cuánto lo intentara, no era diferente de Beckett, incapaz de asimilarse completamente al grupo. Independientemente de lo grandioso que pareciera en la superficie, en el fondo, ella siempre estaba atrapada en una lucha amarga. Ni siquiera tenía el derecho básico de instalar y comprar una casa en la ciudad. No, ni siquiera tendría dinero para el pago inicial, incluso si trabajara duro durante el resto de su vida. A Tiffany, por otro lado, le entregaron todo en una bandeja de plata. Desafor