Tu amor sin medir

—Mientras no los vuelvas a follar —dije, y me salió más como un gemido porque mi humedad ya palpitaba.

—Eres hermosa, Atenea. Toda una diosa y hueles tan bien. Es embriagador. Quiero arrancarte este vestido ahora y llevarte aquí hasta la mañana.

Podría atornillarme al suelo, no me importa. Estaba lista para que él me tomara toda la vida si así lo deseaba. No sé por qué estaba hablando cuando podía meterse en esto.

—Tómame todo lo que quieras, mi rey —gemí.

Me agarró el culo y me aplastó sobre su cocinera erecta. Su polla se magulló contra la tela de mi tanga. Dejé escapar un zumbido bajo mientras imaginaba cómo sería dentro de mí. Dejó escapar un sonido glótico y me tumbó en el césped. Se puso de rodillas y mis ojos se centraron en la guerra en sus pantalones.

Quería que empujara todo ese poder dentro de mí. Arrastró mi vestido lejos de mi cuerpo y me avergoncé de mi cuerpo por un tiempo. Estaba cubierto de tantas cicatrices, pero Karim pasó los dedos sobre las más obvias.

—Estos son
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