Indulgente-

Atenea-

Me acosté al lado de Karim; su brazo yacía descuidadamente sobre mi cuerpo desnudo. Nuestras piernas estaban entrelazadas. Nos mirábamos y escuchábamos las voces de miles de guerreros repartidos por la montaña.

—Debería dejarlos ir. Puedo sentir sus dilemas y no quiero retenerlos aquí y permitirles sufrir. Entrenan día y noche para construir una ciudad fortificada —dijo.

—¿No tienes suerte de tener hombres que te sean tan leales? —yo pregunté.

—Llámalo suerte, llámalo carisma. Los Alfa de sangre real vikingo siempre tienen ese tipo de poder.

—Lo hacen, pero son hombres que están dispuestos a dar la vida por ti. Tus hombres no te temen tanto como te respetan. Eres un líder verdadero y bueno.

—Yo dirijo en consecuencia.

—Porque tienes un gran corazón.

—No soy indulgente, mi amor.

—Lo que quieras pensar. Sé que no eres despiadado ni brutal como yo y cualquier otra persona percibimos. Esas son las últimas cosas con las que puedo describirte.

—¿Estás diciendo que ni siquiera mi car
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