Kai se sorbió la nariz e inclinó la cabeza hacia arriba.

“Ese tiramisú debía ser el postre de Julie. Se ha convertido en mi costumbre preparar el té de la tarde para ella. Ahora, no puedo entregárselo, ¡así que recibiste una buena oferta!”.

Nicole se quedó sin palabras.

¿Acaso tenía que estar agradecida?

“¡Si yo fuera Julie, te habría dejado hace tiempo!”.

Ella le echó un vistazo a la pantalla de su teléfono.

Habían pasado tres minutos desde el inicio de la llamada, pero Julie no hacía ningún ruido. Debía estar escuchando.

Kai sonaba frustrado. “¡¿Cómo puedes compararte con mi Julie?!”.

La mirada de Nicole se tornó sombría, e inmediatamente lo echó de su oficina. “¡Piérdete!”.

Ella acababa de perder los estribos, y Kai la estaba irritando de nuevo.

Él sabía que no podía ofenderla y salió apresuradamente con un gruñido.

Nicole respiró hondo antes de tomar el teléfono.

“Jules, ¿escuchaste eso? Mi tercer hermano está probablemente loco. Debería llevarlo a un psiquiatra”.

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