Humillado

Dando un paso atrás, dejó que su mirada vagara sobre él. Rasmus estaba atado con cadenas que tenían un hechizo mágico en ellas. Silvia le quitó la magia y él se estremeció cuando esas cadenas de plata lo quemaron. Quería castigarlo por evitarla así cuando Violet la visitaba.

Los primeros botones de su camisa gris estaban abiertos. Su cabello negro era un desastre desordenado pero sus ojos.

Parecían vino dulce que podría ahogar en ellos cientos de bellezas.

—¿Qué es este maldito hechizo al que me pusiste? —Rasmus gruñó amenazante, estaba un poco aturdido. Su cuerpo estaba en llamas.

Una dulce risa llenó la habitación y su corazón se aceleró ante esa hermosa sonrisa de ella.

—Oh, bueno, lo aprendí, especialmente para ti. E hice un trabajo bastante bueno —reflexionó mirando sus muñecas secas que ardían.

Silvia se acercó una vez más. Asegurándose de dejar una pulgada de espacio entre sus cuerpos en contacto.

—¿Duele? —preguntó inocentemente, refiriéndose a las ataduras.

—¿Crees que es suf
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