Aidan
Noelia huye de mí.
Lo noto en cada movimiento suyo, en la forma en que su cuerpo se tensa cuando estoy cerca, en cómo sus ojos evitan los míos como si temiera que al mirarme demasiado tiempo pudiera perderse.
Y tiene razón.
Porque si se rinde, si me deja entrar, no habrá marcha atrás.
Ella es miya.
Lo supe desde el primer momento en que su aroma envolvió mis sentidos, desde que su mirada desafiante encendió algo primitivo dentro de mí.
Pero sigue resistiéndose.
Y eso solo hace que mi instinto quiera cazarla con más intensidad.
Hoy no será diferente.
Me acerco a su casa justo cuando el sol comienza a caer, cuando el mundo se tiñe de tonos cálidos y todo parece más vulnerable. Ella está en su jardín, regando las plantas como si no sintiera mi presencia, como si no supiera que la estoy observando.
Pero la forma en que sus dedos se crispan en la manguera la delata.
Sabe que estoy aquí.
—¿Vas a quedarte ahí como un lobo solitario o planeas decir algo? —pregunta sin volverse.
Sonrío.
—¿Me has estado investigando, Noelia? Eso suena a que quieres saber más sobre mi naturaleza.
Finalmente se gira. Su expresión es una mezcla de fastidio y algo más oscuro, algo que trata de enterrar.
—Lo que quiero es que dejes de aparecer de la nada.
Camino hacia ella, acortando la distancia poco a poco. No se mueve, pero sus ojos se agrandan apenas un poco, lo suficiente para hacerme saber que su cuerpo reacciona antes que su mente.
—No puedo hacer eso —murmuro, deteniéndome lo justo para no asustarla.
Ella frunce el ceño.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero.
Porque no puedo.
Porque lo que siento por ella es como un instinto salvaje que no se extingue.
Y lo sabe.
Puedo verlo en su respiración entrecortada, en el rubor que sube por su cuello.
Pero en lugar de admitirlo, Noelia hace lo que mejor sabe hacer.
Me reta.
—Tienes una forma muy peculiar de intentar conquistar a una mujer, Aidan. Tal vez deberías probar con flores en lugar de vigilancia nocturna.
Me río, bajo y gutural.
—Las flores no servirían contigo.
Ella cruza los brazos, fingiendo indiferencia.
—¿Y qué crees que serviría?
La miro fijamente, dejando que la tensión entre nosotros se extienda como una tormenta inminente.
—Esto.
Doy un paso más.
Lo suficiente para invadir su espacio, para que mi calor la alcance.
Para que sienta lo que yo siento cada vez que está cerca.
Noelia contiene el aliento.
Y entonces, sin previo aviso, se aparta de golpe.
—No.
Una sola palabra.
Firme.
Definitiva.
Pero su voz tiembla.
Y eso me dice todo lo que necesito saber.
No es que no me quiera.
Es que le aterra cuánto lo hace.
Noelia
Aidan es un problema.
Uno grande, imponente y peligroso.
Y lo peor de todo es que mi cuerpo parece no entender la gravedad del asunto.
Cuando está cerca, todo dentro de mí grita para que me rinda, para que me deje arrastrar por la intensidad con la que me mira, con la que me toca aunque no haya puesto un solo dedo sobre mi piel.
Pero no puedo.
No debo.
No sería inteligente.
Así que hago lo único que puedo hacer.
Me alejo.
Intento ignorarlo, centrarme en mi trabajo, en mis rutinas, en cualquier cosa que no sean sus ojos dorados siguiéndome como si ya me perteneciera.
Pero él es implacable.
No con palabras dulces ni promesas vacías.
Sino con su simple presencia.
Siempre está ahí.
A la distancia, pero presente.
Lo veo en la cafetería, casualmente eligiendo la mesa más cercana a la mía.
Lo encuentro en el supermercado, "coincidiendo" justo en la fila donde estoy.
Siento su mirada incluso cuando no está.
Es como si me envolviera en una red invisible, una de la que no puedo escapar.
Y lo peor de todo es que parte de mí no quiere hacerlo.
Esta noche, el aire es denso y cálido, cargado de algo que no sé nombrar.
Salgo al patio para despejarme, para respirar, pero apenas doy dos pasos cuando lo veo.
Aidan, apoyado contra un árbol, mirándome con esa calma peligrosa que me desarma.
—¿Vas a decirme que esto también es una coincidencia?
Él sonríe, sin disculparse.
—Sabes que no.
Mi corazón late con fuerza.
No por miedo.
Sino por algo mucho peor.
—No puedes seguir apareciendo así.
Él avanza, despacio, como un depredador acercándose a su presa.
—Puedo hacer lo que quiera, Noelia.
Levanto la barbilla, negándome a ceder.
—No conmigo.
Aidan se detiene frente a mí, su respiración rozando mi piel.
—Sobre todo contigo.
Su voz es baja, profunda, peligrosa.
Y entonces, me toca.
Solo un roce.
Un roce ligero en mi muñeca, apenas un contacto.
Pero es suficiente.
El aire se vuelve irrespirable.
La electricidad se dispara entre nosotros, un chispazo de algo primitivo, algo que me dice que este hombre no es solo un hombre.
Es una tormenta.
Y yo estoy en el centro de ella.
El beso es inevitable.
Desde el momento en que nuestras miradas chocan y su aliento se mezcla con el mío, sé que no hay marcha atrás.
Aidan se inclina, lento, como dándome la oportunidad de detenerlo.
Pero no lo hago.
Y cuando sus labios rozan los míos, el mundo entero se apaga.
Es fuego.
Firmeza y demanda.
No es un beso dulce.
Es una afirmación.
Un "eres mía" sin necesidad de palabras.
Y lo peor es que mi cuerpo responde.
Mis dedos se enredan en su cabello, mis labios se abren bajo los suyos, mi respiración se entrecorta como si su cercanía fuera lo único que me mantiene en pie.
Aidan gruñe contra mi boca y me presiona contra él, dejándome sentir la intensidad de su deseo, el poder contenido en cada músculo de su cuerpo.
Es demasiado.
Demasiado intenso.
Demasiado real.
Demasiado él.
Y es por eso que me aparto.
Rompo el contacto con un jadeo, como si hubiera estado al borde de perderme.
Aidan me mira, sus ojos brillando en la oscuridad.
—Noelia…
Sacudo la cabeza, dando un paso atrás.
—No puedo.
No debo.
Porque si lo hago, sé que jamás podré salir de esta red en la que ya estoy atrapada.
Y sin decir otra palabra, me doy la vuelta y entro en la casa, cerrando la puerta detrás de mí.
Pero mientras apoyo la frente contra la madera, con el corazón desbocado, sé que algo dentro de mí ha cambiado.
Porque tal vez me haya alejado de Aidan esta noche.
Pero no sé cuánto tiempo más podré seguir resistiéndome.
Apoyo las manos contra la puerta y cierro los ojos con fuerza. Mi respiración sigue agitada, mi cuerpo aún hormiguea con el recuerdo de su contacto.
Esto no puede estar pasando.
Aidan no es solo un hombre peligroso. Es una maldita tormenta, una fuerza imparable que amenaza con arrastrarme con ella. Y yo… yo no puedo permitirme ser atrapada.
Me obligo a dar un paso atrás. Me abrazo a mí misma, como si eso pudiera contener el caos en mi interior. Pero no funciona. Porque la verdad es que aún puedo sentir su aliento en mis labios, el calor de su cuerpo contra el mío.
No debí besarlo.
No debí ceder ni por un segundo.
Porque ahora, ahora lo deseo más de lo que estoy dispuesta a admitir.
Caminando hacia la cocina, agarro un vaso y lo lleno con agua, pero mis manos tiemblan tanto que termino derramando parte del líquido.
—Joder…
Me recargo contra la encimera, tratando de calmarme. Respirar. Pensar.
Pero la sensación sigue ahí.
La forma en que sus dedos rozaron mi muñeca, la forma en que su mirada me devoraba como si fuera lo único que existiera en su mundo.
Cierro los ojos y respiro hondo.
No puedo seguir así.
Tengo que poner distancia.
Aidan es peligroso, y no solo porque me hace sentir cosas que no debería.
Él es dominante. Intenso.
Y yo… yo no estoy lista para lo que eso significa.
Un ruido afuera me hace girar de golpe.
No puede ser.
Me acerco a la ventana con cautela, apartando ligeramente la cortina.
Él sigue allí.
De pie bajo la luna, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en mi puerta.
No se ha ido.
Mi corazón tamborilea contra mis costillas.
Aidan no es un hombre que se rinda fácilmente.
Y ese pensamiento, en lugar de asustarme, envía un escalofrío por mi columna.
Porque parte de mí, la parte que no quiere escuchar a la razón, se pregunta qué pasaría si abriera la puerta y lo dejara entrar.
Noelia—No puedes seguir apareciendo así, Aidan —digo, con los brazos cruzados, mientras lo miro desde la puerta.Él no se inmuta. Apoyado contra el marco con una expresión que mezcla desafío y deseo, me observa como si ya supiera lo que voy a decir. Como si mis palabras no significaran nada.—Puedo y lo haré —responde con calma, pero hay un filo de peligro en su voz—. Porque tú eres mía.Me tenso.—No soy de nadie.Su sonrisa es lenta, letal.—Esa es la mentira qu
NoeliaMe mudé a este vecindario con la idea de encontrar algo de paz, algo que me permitiera recomponerme. Después de todo, a mis veintiocho años, ya me había acostumbrado a las sorpresas que la vida me tiraba sin previo aviso. Pero nada me había preparado para encontrarme con él. Aidan Blackwood.Al principio, no fue más que una mirada rápida desde el borde de la acera, cuando mi coche se estacionó frente a la casa que acababa de alquilar. Su casa era imponente, un chalet de piedra con grandes ventanales y una verja negra que se erguía como una barrera invisible. Pero no fue eso lo que llamó mi atención, ni siquiera el jardín perfectamente cuidado o la iluminación suave que iluminaba la fachada. Fue él.Aidan estaba en su puerta, observando la calle con una expresión que no pude leer, ni quise. De alguna manera, su postura recta, la forma en que sus ojos parecían absorber cada rincón del vecindario, hizo que mi piel se erizara. Sus cabellos oscuros y un poco despeinados contrastaban
AidanNo había previsto esto.Toda mi vida he sido un hombre de instintos afilados, un depredador que nunca duda al atacar. Como Alfa, mi naturaleza dicta que tome lo que me pertenece, que marque mi territorio, que domine. Nunca he conocido la incertidumbre. Hasta ahora.Noelia.Ella es un problema. Un problema tentador, inalcanzable y exasperante.Desde el primer momento en que la vi, supe que sería un desafío. Su aroma es distinto a cualquier otro, una mezcla de peligro y dulzura que se clava en mi piel y se queda ahí, como una maldita espina que no puedo arrancarme. No debería estar tan obsesionado. No con una humana. No con ella.Pero lo estoy.La observé caminar por el vecindario esta mañana, con su cabello suelto agitándose al viento y esa mirada de alguien que cree que el mundo aún le pertenece. Me gustaría verla romperse un poco, perder el control, admitir que siente lo mismo que yo.Pero en lugar de eso, me rehúye.Me sonríe con amabilidad, pero sus ojos me delatan. Me desea.
AidanNoelia me mira como si fuera una aberración. Su cuerpo está tenso, sus puños apretados, y aunque su primer instinto fue negarlo, sé que en su interior hay una tormenta de emociones que no puede controlar. Puedo olerlo en su esencia, en el cambio sutil de su respiración, en la forma en que sus pupilas se han dilatado.El miedo y la fascinación conviven dentro de ella.—Dilo de nuevo. —Su voz es apenas un murmullo.—Soy un hombre lobo.La observo con intensidad, esperando su reacción. No porque necesite su aprobación, sino porque quiero ver cómo su mundo se desmorona y se reconstruye en un solo instante.Noelia retrocede un paso, luego otro, como si la distancia física pudiera cambiar la verdad de mis palabras.—Esto es ridículo.Sonrío.—Noelia.—No, Aidan. —Levanta una mano como si quisiera detenerme—. No puedes decirme algo así y esperar que lo acepte sin más.—No tienes que aceptarlo. Solo tienes que saberlo.Su respiración es errática. Me observa con el ceño fruncido, como si
NoeliaHuir.Esa es la única palabra que resuena en mi mente desde el momento en que Aidan pronunció su verdad.Huir de él. Huir de su intensidad. Huir de la forma en que su mirada me perfora, como si pudiera ver más allá de mi piel, más allá de mis miedos y mis deseos.Pero, ¿cómo huyes de alguien que parece habitar en cada sombra, en cada latido?—Solo ignóralo, Noelia —murmuro para mí misma mientras dejo la bolsa de compras sobre la encimera de la cocina.Las ventanas abiertas dejan entrar la brisa nocturna, pero en lugar de sentir alivio, un escalofrío me recorre la espalda.Siento su presencia.No tengo que voltear para saber que está ahí.Aidan Blackwood.El Alfa al otro lado de la puerta.O en este caso, al otro lado de mi patio trasero, con los brazos cruzados sobre el pecho, observándome con esa mezcla de arrogancia y devoción que me desarma.Tomo aire y lo suelto lentamente.—¿Vas a quedarte ahí como un acosador o piensas decir algo?Aidan sonríe, y juro que el mundo entero