Noelia
Huir.
Esa es la única palabra que resuena en mi mente desde el momento en que Aidan pronunció su verdad.
Huir de él. Huir de su intensidad. Huir de la forma en que su mirada me perfora, como si pudiera ver más allá de mi piel, más allá de mis miedos y mis deseos.
Pero, ¿cómo huyes de alguien que parece habitar en cada sombra, en cada latido?
—Solo ignóralo, Noelia —murmuro para mí misma mientras dejo la bolsa de compras sobre la encimera de la cocina.
Las ventanas abiertas dejan entrar la brisa nocturna, pero en lugar de sentir alivio, un escalofrío me recorre la espalda.
Siento su presencia.
No tengo que voltear para saber que está ahí.
Aidan Blackwood.
El Alfa al otro lado de la puerta.
O en este caso, al otro lado de mi patio trasero, con los brazos cruzados sobre el pecho, observándome con esa mezcla de arrogancia y devoción que me desarma.
Tomo aire y lo suelto lentamente.
—¿Vas a quedarte ahí como un acosador o piensas decir algo?
Aidan sonríe, y juro que el mundo entero se inclina a su favor cuando lo hace.
—Solo me aseguraba de que llegaras bien.
Ruedo los ojos.
—Me fui al supermercado, no a la guerra.
—Nunca se sabe. —Su tono es ligero, pero hay algo en su mirada que me dice que está completamente serio.
Cierro la puerta de cristal con un chasquido y me obligo a ignorarlo.
No puedo dejar que se convierta en parte de mi rutina. No puedo dejar que su presencia se sienta como un ancla, como algo inevitable.
Porque si lo hago, estaré perdida.
Esa noche, duermo inquieta.
Sueño con ojos dorados acechándome entre los árboles, con el sonido de una respiración profunda siguiéndome en la oscuridad.
Cuando despierto, el aire en mi habitación se siente más denso, más pesado.
Y entonces lo escucho.
Un ruido sordo, justo afuera de mi ventana.
Me congelo.
La lógica me dice que es solo el viento, un animal, cualquier cosa menos lo que mi instinto me está gritando.
Pero luego lo escucho de nuevo.
Un crujido.
Unos pasos.
Y mi sangre se hiela.
Me levanto lentamente, con el corazón latiendo tan fuerte que parece que va a salirse de mi pecho. Me acerco a la ventana, empujando la cortina apenas un poco para mirar afuera.
Y lo veo.
Una figura oscura, moviéndose entre los árboles de mi jardín.
Jadeo y retrocedo, sintiendo el pánico trepar por mi garganta.
Estoy sola.
Completamente sola.
Tomo mi teléfono con dedos temblorosos, lista para llamar a la policía, cuando de repente, todo cambia.
Un gruñido.
Bajo, amenazante.
Una sombra más grande, más rápida.
Aidan.
Él aparece de la nada, como si el bosque mismo lo hubiera invocado. Y lo que sucede después me deja sin aliento.
El intruso no tiene oportunidad.
Aidan se mueve con una velocidad sobrehumana, su cuerpo una mezcla de fuerza y precisión letal. Lo sujeta antes de que pueda reaccionar, lo empuja contra el suelo con un poder que no parece de este mundo.
Y entonces, lo escucho.
Ese gruñido.
Ese sonido primitivo que no debería salir de la garganta de un hombre.
Mi piel se eriza.
No puedo ver con claridad desde mi ventana, pero sé que Aidan está en control de la situación.
Lo sé porque en cuestión de segundos, el intruso huye.
Y Aidan se queda ahí, de pie en la oscuridad, respirando con dificultad.
Como un depredador que acaba de ahuyentar a su presa.
Como si todavía estuviera decidiendo si me dejará tranquila… o si vendrá a reclamar lo que es suyo.
Mi corazón late desbocado.
Y entonces, en la quietud de la noche, Aidan levanta la cabeza.
Y me mira.
Directo a los ojos.
Y sé que esta vez, no podré seguir huyendo.
AidanNoelia huye de mí.Lo noto en cada movimiento suyo, en la forma en que su cuerpo se tensa cuando estoy cerca, en cómo sus ojos evitan los míos como si temiera que al mirarme demasiado tiempo pudiera perderse.Y tiene razón.Porque si se rinde, si me deja entrar, no habrá marcha atrás.Ella es miya.Lo supe desde el primer momento en que su aroma envolvió mis sentidos, desde que su mirada desafiante encendió algo primitivo dentro de mí.Pero sigue resistiéndose.Y eso solo hace que mi instinto quiera cazarla con más intensidad.Hoy no será diferente.Me acerco a su casa justo cuando el sol comienza a caer, cuando el mundo se tiñe de tonos cálidos y todo parece más vulnerable. Ella está en su jardín, regando las plantas como si no sintiera mi presencia, como si no supiera que la estoy observando.Pero la forma en que sus dedos se crispan en la manguera la delata.Sabe que estoy aquí.—¿Vas a quedarte ahí como un lobo solitario o planeas decir algo? —pregunta sin volverse.Sonrío.
Noelia—No puedes seguir apareciendo así, Aidan —digo, con los brazos cruzados, mientras lo miro desde la puerta.Él no se inmuta. Apoyado contra el marco con una expresión que mezcla desafío y deseo, me observa como si ya supiera lo que voy a decir. Como si mis palabras no significaran nada.—Puedo y lo haré —responde con calma, pero hay un filo de peligro en su voz—. Porque tú eres mía.Me tenso.—No soy de nadie.Su sonrisa es lenta, letal.—Esa es la mentira qu
NoeliaMe mudé a este vecindario con la idea de encontrar algo de paz, algo que me permitiera recomponerme. Después de todo, a mis veintiocho años, ya me había acostumbrado a las sorpresas que la vida me tiraba sin previo aviso. Pero nada me había preparado para encontrarme con él. Aidan Blackwood.Al principio, no fue más que una mirada rápida desde el borde de la acera, cuando mi coche se estacionó frente a la casa que acababa de alquilar. Su casa era imponente, un chalet de piedra con grandes ventanales y una verja negra que se erguía como una barrera invisible. Pero no fue eso lo que llamó mi atención, ni siquiera el jardín perfectamente cuidado o la iluminación suave que iluminaba la fachada. Fue él.Aidan estaba en su puerta, observando la calle con una expresión que no pude leer, ni quise. De alguna manera, su postura recta, la forma en que sus ojos parecían absorber cada rincón del vecindario, hizo que mi piel se erizara. Sus cabellos oscuros y un poco despeinados contrastaban
AidanNo había previsto esto.Toda mi vida he sido un hombre de instintos afilados, un depredador que nunca duda al atacar. Como Alfa, mi naturaleza dicta que tome lo que me pertenece, que marque mi territorio, que domine. Nunca he conocido la incertidumbre. Hasta ahora.Noelia.Ella es un problema. Un problema tentador, inalcanzable y exasperante.Desde el primer momento en que la vi, supe que sería un desafío. Su aroma es distinto a cualquier otro, una mezcla de peligro y dulzura que se clava en mi piel y se queda ahí, como una maldita espina que no puedo arrancarme. No debería estar tan obsesionado. No con una humana. No con ella.Pero lo estoy.La observé caminar por el vecindario esta mañana, con su cabello suelto agitándose al viento y esa mirada de alguien que cree que el mundo aún le pertenece. Me gustaría verla romperse un poco, perder el control, admitir que siente lo mismo que yo.Pero en lugar de eso, me rehúye.Me sonríe con amabilidad, pero sus ojos me delatan. Me desea.
AidanNoelia me mira como si fuera una aberración. Su cuerpo está tenso, sus puños apretados, y aunque su primer instinto fue negarlo, sé que en su interior hay una tormenta de emociones que no puede controlar. Puedo olerlo en su esencia, en el cambio sutil de su respiración, en la forma en que sus pupilas se han dilatado.El miedo y la fascinación conviven dentro de ella.—Dilo de nuevo. —Su voz es apenas un murmullo.—Soy un hombre lobo.La observo con intensidad, esperando su reacción. No porque necesite su aprobación, sino porque quiero ver cómo su mundo se desmorona y se reconstruye en un solo instante.Noelia retrocede un paso, luego otro, como si la distancia física pudiera cambiar la verdad de mis palabras.—Esto es ridículo.Sonrío.—Noelia.—No, Aidan. —Levanta una mano como si quisiera detenerme—. No puedes decirme algo así y esperar que lo acepte sin más.—No tienes que aceptarlo. Solo tienes que saberlo.Su respiración es errática. Me observa con el ceño fruncido, como si