Aidan
Noelia me mira como si fuera una aberración. Su cuerpo está tenso, sus puños apretados, y aunque su primer instinto fue negarlo, sé que en su interior hay una tormenta de emociones que no puede controlar. Puedo olerlo en su esencia, en el cambio sutil de su respiración, en la forma en que sus pupilas se han dilatado.
El miedo y la fascinación conviven dentro de ella.
—Dilo de nuevo. —Su voz es apenas un murmullo.
—Soy un hombre lobo.
La observo con intensidad, esperando su reacción. No porque necesite su aprobación, sino porque quiero ver cómo su mundo se desmorona y se reconstruye en un solo instante.
Noelia retrocede un paso, luego otro, como si la distancia física pudiera cambiar la verdad de mis palabras.
—Esto es ridículo.
Sonrío.
—Noelia.
—No, Aidan. —Levanta una mano como si quisiera detenerme—. No puedes decirme algo así y esperar que lo acepte sin más.
—No tienes que aceptarlo. Solo tienes que saberlo.
Su respiración es errática. Me observa con el ceño fruncido, como si estuviera buscando un truco, una grieta en mi historia.
—¿Cómo sé que no me estás mintiendo?
No respondo. En su lugar, dejo que el aire a mi alrededor cambie. Mi cuerpo se tensa, mis músculos vibran con la energía de la transformación. No llego a cambiar por completo, pero dejo que mis ojos reflejen lo que soy realmente.
Noelia ahoga un jadeo.
Doy un paso hacia ella y esta vez no retrocede.
—Lo sientes, ¿verdad? —miro sus labios entreabiertos, su pecho subiendo y bajando con fuerza—. Sabes que no miento.
—Esto no… —sacude la cabeza, tratando de encontrar palabras—. Esto no puede ser real.
—Pero lo es.
Silencio.
El tipo de silencio que solo se da en momentos cruciales, cuando la vida te pone frente a una verdad imposible de ignorar.
Noelia se cruza de brazos, como si intentara contenerse.
—¿Y qué esperas que haga con esta información?
Me río bajo. Su respuesta me divierte porque, a pesar de su miedo, está tratando de controlar la situación.
—Nada. Solo quiero que lo sepas.
Ella exhala, su aliento tembloroso en el aire nocturno.
—¿Y qué más?
—Nada más.
Noto la forma en que sus ojos se oscurecen por la frustración. Me odia por esto. Me odia por haberle mostrado una parte del mundo que nunca pidió conocer.
Pero al mismo tiempo, no puede alejarse.
Puedo ver el deseo latiendo en ella como un segundo corazón.
—Noelia. —Digo su nombre con suavidad, con el tono bajo y grave que sé que le provoca escalofríos.
Ella cierra los ojos por un instante y traga saliva.
—No quiero esto, Aidan.
Pero su voz tiembla.
—¿No?
—No.
Levanta la barbilla, desafiante.
—Entonces mírame a los ojos y dime que no quieres que te toque.
Su boca se abre, pero no dice nada.
Y en ese instante, sé que la he atrapado.
Porque Noelia puede huir de mí. Puede fingir que todo esto no la afecta.
Pero no puede mentirse a sí misma.
NoeliaHuir.Esa es la única palabra que resuena en mi mente desde el momento en que Aidan pronunció su verdad.Huir de él. Huir de su intensidad. Huir de la forma en que su mirada me perfora, como si pudiera ver más allá de mi piel, más allá de mis miedos y mis deseos.Pero, ¿cómo huyes de alguien que parece habitar en cada sombra, en cada latido?—Solo ignóralo, Noelia —murmuro para mí misma mientras dejo la bolsa de compras sobre la encimera de la cocina.Las ventanas abiertas dejan entrar la brisa nocturna, pero en lugar de sentir alivio, un escalofrío me recorre la espalda.Siento su presencia.No tengo que voltear para saber que está ahí.Aidan Blackwood.El Alfa al otro lado de la puerta.O en este caso, al otro lado de mi patio trasero, con los brazos cruzados sobre el pecho, observándome con esa mezcla de arrogancia y devoción que me desarma.Tomo aire y lo suelto lentamente.—¿Vas a quedarte ahí como un acosador o piensas decir algo?Aidan sonríe, y juro que el mundo entero
AidanNoelia huye de mí.Lo noto en cada movimiento suyo, en la forma en que su cuerpo se tensa cuando estoy cerca, en cómo sus ojos evitan los míos como si temiera que al mirarme demasiado tiempo pudiera perderse.Y tiene razón.Porque si se rinde, si me deja entrar, no habrá marcha atrás.Ella es miya.Lo supe desde el primer momento en que su aroma envolvió mis sentidos, desde que su mirada desafiante encendió algo primitivo dentro de mí.Pero sigue resistiéndose.Y eso solo hace que mi instinto quiera cazarla con más intensidad.Hoy no será diferente.Me acerco a su casa justo cuando el sol comienza a caer, cuando el mundo se tiñe de tonos cálidos y todo parece más vulnerable. Ella está en su jardín, regando las plantas como si no sintiera mi presencia, como si no supiera que la estoy observando.Pero la forma en que sus dedos se crispan en la manguera la delata.Sabe que estoy aquí.—¿Vas a quedarte ahí como un lobo solitario o planeas decir algo? —pregunta sin volverse.Sonrío.
Noelia—No puedes seguir apareciendo así, Aidan —digo, con los brazos cruzados, mientras lo miro desde la puerta.Él no se inmuta. Apoyado contra el marco con una expresión que mezcla desafío y deseo, me observa como si ya supiera lo que voy a decir. Como si mis palabras no significaran nada.—Puedo y lo haré —responde con calma, pero hay un filo de peligro en su voz—. Porque tú eres mía.Me tenso.—No soy de nadie.Su sonrisa es lenta, letal.—Esa es la mentira qu
NoeliaMe mudé a este vecindario con la idea de encontrar algo de paz, algo que me permitiera recomponerme. Después de todo, a mis veintiocho años, ya me había acostumbrado a las sorpresas que la vida me tiraba sin previo aviso. Pero nada me había preparado para encontrarme con él. Aidan Blackwood.Al principio, no fue más que una mirada rápida desde el borde de la acera, cuando mi coche se estacionó frente a la casa que acababa de alquilar. Su casa era imponente, un chalet de piedra con grandes ventanales y una verja negra que se erguía como una barrera invisible. Pero no fue eso lo que llamó mi atención, ni siquiera el jardín perfectamente cuidado o la iluminación suave que iluminaba la fachada. Fue él.Aidan estaba en su puerta, observando la calle con una expresión que no pude leer, ni quise. De alguna manera, su postura recta, la forma en que sus ojos parecían absorber cada rincón del vecindario, hizo que mi piel se erizara. Sus cabellos oscuros y un poco despeinados contrastaban
AidanNo había previsto esto.Toda mi vida he sido un hombre de instintos afilados, un depredador que nunca duda al atacar. Como Alfa, mi naturaleza dicta que tome lo que me pertenece, que marque mi territorio, que domine. Nunca he conocido la incertidumbre. Hasta ahora.Noelia.Ella es un problema. Un problema tentador, inalcanzable y exasperante.Desde el primer momento en que la vi, supe que sería un desafío. Su aroma es distinto a cualquier otro, una mezcla de peligro y dulzura que se clava en mi piel y se queda ahí, como una maldita espina que no puedo arrancarme. No debería estar tan obsesionado. No con una humana. No con ella.Pero lo estoy.La observé caminar por el vecindario esta mañana, con su cabello suelto agitándose al viento y esa mirada de alguien que cree que el mundo aún le pertenece. Me gustaría verla romperse un poco, perder el control, admitir que siente lo mismo que yo.Pero en lugar de eso, me rehúye.Me sonríe con amabilidad, pero sus ojos me delatan. Me desea.