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Pongo los ojos en blanco.

— Así es, Cintia. No hay nada de qué preocuparse.

— ¿Y te pagó?

Frunzo el ceño y me doy la vuelta.

— ¿Qué?

— ¿Pagó por sus servicios?

— No. Debe haber arreglado todo con Marta. ¿Por qué te hablo de esto?

Se encoge de hombros y baja las escaleras.

La verdad es que Liam me había dado mil libras. Me pidió que me lo quedara, junto con mis ahorros. Por si acaso necesitaba algo. Por supuesto que no quería aceptarlo, pero prácticamente me obligó a hacerlo.

Entro en la habitación y dejo caer la bolsa sobre la cama. Me quito los tacones y luego el vestido. Todo lo que quería en este momento era una blusa de él para calentarme.

Sabiendo que mi deseo no puede cumplirse por el momento, levanto el colchón y saco la llave. Me dirijo al

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