Con una expresión de amargura, Benedicto levantó la cabeza y miró a su alrededor antes de posar su mirada en Fane. Con una mirada de súplica, le preguntó:

—¡Estoy realmente en problemas! Seguro que seré castigado, ¿crees que puedo hacer trampa?

Benedicto estaba en pánico y empezó a decir cualquier cosa. Fane suspiró y frunció el ceño, respondiendo:

—Querer hacer trampa es una cosa, pero poder hacerlo es otra. ¿En una situación como esta, a quién buscas para hacer trampa y cómo crees que podrías lograrlo?

Las palabras de Fane, como un cubo de agua fría, hicieron que Benedicto recobrara la compostura. Fane tenía razón, en una evaluación como esta, no había manera de hacer trampa.

Después de todo, incluso si intentara copiar las marcas de las runas de energía, tendría que saber de qué libro de alquimia provenían. ¡Ni siquiera podía copiarlos aunque quisiera!

Al pensar en esto, Benedicto sintió un escalofrío y estuvo a punto de llorar. Justo cuando Fane estaba a punto de consolarlo, una