Capítulo 110
Irene abrió los ojos, mirándolo con incredulidad. ¿Qué tipo de lógica tan absurda era esa? ¿Era un loco?

—¿Acerté? —Diego, al verla así, sintió un gran alivio—. Te lo digo, Irene, en este asunto, ¡ni se te ocurra pensar en ello! Si quieres tomar la pastilla, hazlo, pero recuerda que debes tomarla a tiempo, ¡no te olvides de ninguna!

—Esta vez, recordaré lo que dije.

Terminó de hablar y, creyéndose muy elegante, se levantó y se puso de pie al borde de la cama, mirándola desde arriba. Irene lo observó, su mirada llena de tristeza y burla. Se burlaba de sí misma y se sentía apenada.

—¿Qué es esa mirada? —Diego lo notó, pero eso solo aumentó su mal humor. Subió a la cama y volvió a presionarla—. Ya que tomaste la pastilla, no desperdiciemos la noche. Haremos algunas veces más, así que no hay que temer a un posible embarazo, ¿verdad? —Su tono era burlón y orgulloso, como el de un rey altanero.

—Con Lola en la oficina, y ahora en casa tienes a tu esposa a tu disposición, señor Martínez, real
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