—Ahora eres bastante considerado. —observó Vicente, mirándolo con curiosidad.

—Eso es. —respondió Diego con un tono orgulloso.

—¿Y antes por qué no eras así?

Vicente no quería desanimarlo ni traer a colación el pasado, pero al recordar las cosas que Diego había hecho, la frustración lo invadió.

—¿Ya no somos hermanos? —Diego, claramente molesto, alzó la voz—. ¡No hables de esas cosas, ¿entendido?!

—No quiero mencionarlo. —dijo Vicente—. Solo creo que en ese momento debería haberte dado una buena golpiza. Si tú e Irene estuvieran bien, tal vez yo y Estrellita estaríamos avanzando más rápido.

—Estás hablando solo por ti. —replicó Diego—. ¿Dónde está tu preocupación por mí?

—¡Jaja! Es normal pensar en uno mismo. —contestó Vicente con una risa.

—Solo quieres hacerme enojar. —dijo Diego, cruzando los brazos—. Olvidemos eso; al final, ambos estamos esforzándonos.

—Pero hay que hablar de ello. ¿Qué pasa con Camila? Escuché que estás tratando de conseguir un proyecto para la familia Ramírez. N