Irene se dio la vuelta y vio a Joaquín. El hombre parecía algo agotado, con barba de unos días y ligeras ojeras.—¿Vienes a buscar a Bella? —preguntó Irene.—No, vengo a buscarte a ti.—¿A mí? —Irene se sorprendió.Diez minutos después, ambos estaban sentados en una cafetería cerca del complejo residencial.Joaquín mantuvo la mirada baja, en silencio durante unos minutos sin decir una palabra.—¿Todavía quieres estar con Bebé? —no pudo evitar preguntar Irene.—¿Cómo no querría? —respondió Joaquín—. Pero siento que ella no se preocupa por mí, ni por nuestra relación. Puedo ser comprensivo, lo que sea. Pero en el fondo... me duele mucho.—¿Cómo puede no preocuparse por ti? —dijo Irene—. ¿No la conoces aún? Aunque a veces hable de manera dura, en su corazón se preocupa más que nadie.—Soy un ser humano, pensé que podría soportar cualquier cosa que ella hiciera. Pero parece que he sobreestimado mis sentimientos por ella...Las palabras de Joaquín sorprendieron a Irene.—Si tienen problemas
Al oír el sonido de las puertas del ascensor, Diego levantó la mirada y se encontró con los ojos de Irene.Desde pequeña, Irene siempre supo que Diego era atractivo. De todos los que crecieron juntos, él tenía los rasgos más finos y era el más agradable a la vista, además de tener una excelente altura y figura.Un hombre así, incluso sin su liderazgo o habilidades económicas, solo con su apariencia podría conquistar los corazones de muchas mujeres. Además, sumando su familia y capacidades, eso solo aumentaba su atractivo.Hay personas que nacen siendo los consentidos del destino. Diego definitivamente era el más privilegiado de todos.En su juventud, no se arrepiente de haberse enamorado de alguien así. Sin embargo, entre ella y Diego había demasiadas complicaciones, y no se puede decir que todo fuera culpa de Diego.En aquel matrimonio, ella fue débil, insegura y llena de dudas; nunca se colocó a sí misma en igualdad de condiciones con Diego. Un amor tan desigual, es normal que termin
Pero cuando Irene llegó al departamento de al lado, supo que Diego no estaba fingiendo. Su expresión era de dolor, estaba empapado en sudor y encogido en el sofá.Irene le insistió en que fuera al hospital, pero él se mostró reticente. Sin más opciones, decidió hacerle una revisión rápida y le dio un medicamento.—¿Has cenado? —preguntó Irene.Diego sacudió la cabeza. Irene sacó su teléfono y pidió comida a domicilio, y de repente volvió a preguntar:—¿Y el almuerzo?Él volvió a negar con la cabeza. Irene estuvo a punto de lanzar su teléfono por la frustración.—¿No sabes cómo está tu cuerpo? Antes tuviste una hemorragia por una úlcera duodenal, y ahora sigues maltratándote así?—Ire... —Diego la miró con unos ojos brillantes y húmedos—. ¿Te importa mi bienestar?Irene desvió la mirada, impasible. —Me importa la salud del paciente.—Me arrepiento.Irene sintió un estremecimiento en su interior. No sabía de qué se arrepentía Diego, pero tenía la sensación de que sus palabras la incomoda
Los movimientos de Irene lo hicieron sentir renuente, y sus palabras le clavaron una nueva puñalada en el corazón.—Ire, lo de Feli... fue un accidente, ¿verdad? —no pudo evitar preguntar.No podía creer que Irene, tan pronto después de dejarlo, estuviera con otro hombre.—Si fue un accidente o no, ya no importa; es un hecho. —respondió Irene.—Entiendo. —Diego bajó la mirada.Irene levantó la pierna para salir.—Ire, si... si algún día logro volver a conquistarte, te prometo que trataré a Feli como si fuera mi propio hijo. —Diego habló desde atrás.—Lo que pase en el futuro, lo discutiremos más adelante. —Irene sacudió la cabeza.Al regresar al departamento de al lado, encontró a Bella olfateándola como un perro.—¿Te abrazó? ¿Por qué hueles a hombre?—Le hice un chequeo; estaba muy adolorido y tenía que descartar que fuera apendicitis o algo así. Estando tan cerca, es normal que quede olor. —Irene se apartó.—Te lo digo, no seas blanda. —Bella la miró con seriedad—. Admito que Diego
—¿Qué te pasa? ¿No ibas a romper con él? ¿A dónde vaya, qué te importa? —Irene la detuvo.Bella se quedó en shock. Después de unos segundos, levantó la pierna para subirse a la cama y se recostó contra el cabecero, con una expresión impasible.—Tienes razón.— Irene había pensado en hacerle una broma, pero no esperaba que ella se tomara sus palabras tan en serio; de inmediato se preocupó.—¿Qué dices? Solo estaba bromeando.—Yo no estoy bromeando. —respondió Bella—. He estado pensando mucho estos días, y en realidad no somos compatibles.—¡Estás aburrida! —Irene la agarró del brazo—. Te aprovechas de que le gustas y te comportas como una niña mimada.Bella se apartó, se metió en las sábanas y se cubrió completamente.—¿Por qué actúas así? ¡Sal de ahí! Cuando me diste consejos, eras muy valiente, ¿no? ¿Por qué ahora te encoges y te pones a pensar en mil cosas, temiendo a todo? ¿Dónde está tu valentía? —Irene, frustrada, casi le da una patada.Bella se escondió bajo las cobijas y se negó
—Por cierto, deberías sacarlo de tu lista de bloqueados.—¡De ninguna manera!Irene apagó la luz y se metió en la cama. Sabía que Bella no se había dormido y, después de un rato, decidió hablar.—El amor es algo realmente asombroso.—¡Te dije que no puedes perdonar a Diego tan fácilmente! —Bella se destapó y respondió de inmediato.—No lo estoy haciendo, solo lo comentaba. —Irene sonrió.—¡Te conozco demasiado bien! —Bella dijo—. Cuando dices eso, en el fondo tu corazón debe estar revuelto.Irene se quedó sin palabras. ¿Cómo podía saber Bella lo que sentía si ella misma no lo sabía?—Casi quiero romper la amistad contigo. —Irene suspiró.—Si me dejas, después de que me hayan dejado, ¿no sería aún más triste? —Bella se acercó a ella.—¿Cuándo te dejaron? —Irene se enojó—. ¡Claramente fuiste tú quien dejó a alguien!—¿No te estás saliendo del tema?—Solo estoy diciendo la verdad. —Irene respondió.—¡Deberías ayudar a los amigos, no solo a la razón!—Así que ahora sabes que no tienes razó
—Entonces, menos aún voy. ¿Por qué tengo que ir a hacerle un favor? —dijo Irene.—Ve. —respondió Bella—. Primero para opacarla un poco, y segundo, para ver qué es lo que realmente quiere y cómo se comporta la familia Delgado.—Es un lío. —Irene pensó un momento y dijo—. Así que, si sacas a Joaquín de tu lista de bloqueados, yo iré.—¿Qué tiene que ver él con esto? —Bella la miró incrédula.—¡No me importa! Si no lo haces, no voy.Bella, enojada, tomó su teléfono y, frente a Irene, sacó a Joaquín de la lista de bloqueados.—¿Está bien así?—Entonces vamos a ver a Estrellita y a ver qué ropa elijo. —Irene se mostró satisfecha.—¡Perfecto! Tienes que deslumbrar a todos. Esta vez, que Estrellita te consiga algo que combine con un collar de diamantes. Yo tengo uno...—No, gracias. —Irene, al mencionar las joyas, sintió un escalofrío—. No quiero usarlo.—¿De qué tienes miedo? —Bella le preguntó—. Tranquila, lo compré yo, no me lo regaló Joaquín.—Eso tampoco sirve. —Irene dijo—. Que me busqu
Diego anoche tuvo un dolor de estómago terrible, pero esta mañana se sentía un poco mejor. Vino a la oficina para asistir a una reunión y, cuando todavía no había terminado, recibió una llamada de Vicente.—Espera media hora. —Diego no tuvo más remedio que decir.—Acabo de ver a Irene. —Vicente soltó un resoplido.—¡Voy en camino! —Diego respondió de inmediato.—¡Prioridades, eh!Sin prestar atención a sus reproches, Diego organizó rápidamente su trabajo y se dirigió al lugar acordado con Vicente.—¿Dónde viste a Ire? —preguntó Diego al entrar, mientras se quitaba la chaqueta.—En la puerta del estudio de Estrella. —Vicente contestó—. Ella estaba con su hijo y también con Bella.Diego asintió.—¿No vas a preguntarme por qué estaba en la puerta del estudio de Estrella? —Vicente lo miró.—¿Y tú por qué fuiste? ¿A disculparte? —Diego, con la cabeza llena de pensamientos sobre Irene, solo entonces se interesó.—¿Qué piensas? Me borró de su teléfono, me eliminó de sus amigos, no tenía forma