Capítulo 0230
Diego no sabía que el que tramaba contra él era su mejor amigo.

En el camino a casa, pensó en el rostro de Irene y en las marcas que tenía sobre su cuerpo. ¿Qué decir al encontrarse? ¿Disculparse? Diego se sentía incapaz de humillarse. Además, ya le había enviado un regalo; ¿no era suficiente para que Irene le diera una excusa para bajar del pedestal?

Cuando llegó a casa, Santiago ya había dormido. La casa estaba en silencio mientras Diego subía las escaleras hasta su dormitorio, pero estaba indeciso.

Acababa de levantar la mano para abrir la puerta cuando esta se abrió desde adentro. Retrocedió un paso, acomodando la expresión de su rostro, pero vio que era una empleada.

—Señor, —habló la señora respetuosamente—, ha vuelto.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Diego.

—La señora me pidió que limpiara la habitación antes de irse...

—Irene, ¿no está?

—La señora ha salido.

Diego empujó fuertemente la puerta del dormitorio, que estaba vacío. Los regalos que él había enviado estaban en la esquina y,
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