—¿Qué haces? —Irene se resistió.—Eres mi esposa —dijo Diego—. Es mi cumpleaños, ¿no debería estar contigo?—¡Antes tampoco me dejabas acompañarte!—¡Y este año aún no me has preparado un regalo!Irene quería responder, pero Diego continuó.—Cámbiate de ropa y ven conmigo, o ¿quieres que el abuelo nos escuche pelear?Diez minutos después, ambos estaban listos y subieron al coche. Durante el trayecto, Irene lo ignoró por completo, sin mirarlo ni una vez. Diego, por su parte, mantenía una expresión seria y molesta.Irene no entendía por qué Diego la llevaba. Además, Lola estaría allí. En ocasiones anteriores, cuando Pablo hablaba mal y la hacía sentir incómoda, Irene había tratado de aguantar. ¿Acaso Diego solo quería verla pasar vergüenza esta vez?Desafortunadamente para Diego, su plan iba a fracasar. Con esa idea en mente, Irene decidió que esta vez no iba a dejar que la menospreciaran. Aquellas molestias del pasado, esta vez, las podría cobrar. Pensando en ello, Irene comenzó a senti
Entonces, los pétalos cayeron en cascada, cubriendo a Diego e Irene. Al ver a los recién llegados, el rostro de Lola se oscureció.—¿Qué haces aquí?Irene había venido a vengarse; Pablo le había hecho pasar muchas penas en el pasado. Al ver a Lola, no pudo ocultar su desagrado.—Es extraño, en el cumpleaños de Diego, cualquier persona puede venir, ¿y yo, su esposa legítima, no? —dijo.Lola, a quien se le había llamado “persona ajena”, se puso aún más seria. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba a Diego.—Diego, no quise decir eso, tú sabes...Diego, a punto de responder, fue interrumpido por Irene.—¿Entonces, por qué bloqueas la entrada? ¿No quieres que entre?—Adelante. —Diego respondió.Lola, sintiéndose desanimada, se apartó, observando cómo Irene tomaba del brazo a Diego mientras entraban. Pablo no esperaba que Irene apareciera. Además, ver a esos dos tomados del brazo lo sorprendió; parecían una pareja perfecta. Frunció el ceño.—Vaya, hoy te has rebajado a venir aquí.
Ella no había terminado de hablar cuando Lola comenzó a llorar.—Irene, todo es mi culpa, no le eches la culpa a Diego. Pero en cuestiones del corazón, no puedo controlarlo. Si quieres culpar a alguien, culpa a mí. Ya sea que me golpeen o me griten, lo aceptaré.—¿Te trajeron para hacer lío? Ya te lo dije, tu boca puede quedarse callada. —Diego frunció el ceño y habló.—¡Exacto! ¡Irene, qué cruel eres! —dijo Pablo desde un lado.—El amor no tiene un orden de llegada, pero las personas sí tienen honor y vergüenza. Si uno no puede controlar sus emociones y deseos, ¿en qué se diferencia de una bestia? —Irene miró primero a Lola. Después, se volvió hacia Diego.—Si no quieres que hable, no me traigas aquí. Te metes en todo, incluso en lo que digo. ¡Qué controlador eres!Ella apoyó la barbilla en la mano y finalmente miró a Pablo.—¿Escuché que tu prima se va a divorciar?Pablo se quedó atónito, y luego sintió un pequeño placer en su interior.—¿Cómo lo sabes? No parece que te importe tanto
—Bueno, si ya he terminado, me voy. Al fin y al cabo, no estamos en la misma sintonía. Cada quien a lo suyo, diviértanse —dijo con una sonrisa.—¡Detente! —Diego tenía el rostro serio—. ¿Quién te dijo que te fueras?—¿No has escuchado suficiente? —Irene arqueó una ceja.—Irene, hoy es el cumpleaños de Diego, no lo hagas enojar. Ya está muy cansado con el trabajo... —intervino Lola.—Sí, es muy cansado. —respondió Irene—. Con una esposa en casa y una amante afuera, ¿cómo no va a estar ocupado? Señorita González, en lugar de café, deberías tener listos unos medicamentos para su salud.—¡Ven aquí! —Diego le agarró la muñeca. Sin preocuparse por las reacciones de los demás, la arrastró fuera.Lola frunció el ceño y se quedó en silencio. Pablo la miró y dijo:—Voy a salir a ver qué pasa.Fuera de la puerta, Irene se soltó de él.—¿Qué demonios quieres hacer? ¡Son mis amigos! ¡Con este espectáculo me dejas en ridículo! —Diego, furioso, dijo.—¿Y a mí qué me importa? —respondió Irene.Justo e
Al salir juntos, al regresar solo lo hizo Irene. Ella tampoco volvió a la casa familiar, sino que se dirigió a casa de Estrella. Al ver que estaba desanimada, Estrella le ofreció una botella de vino de fruta.—Tómate un poco, así calientas el estómago.—Mañana tengo una cirugía. —dijo Irene—. No puedo beber.Estrella, que tampoco bebía, tuvo que guardar la botella.—¿Qué está pensando Diego? ¿No querrá divorciarse, verdad?—¿Cómo podría ser? —Irene sonrió amargamente—. Un divorcio podría provocar inestabilidad en las acciones y descontento entre los accionistas.—Así que no se van a separar. —dijo Estrella.—Sí, nos vamos a separar. —afirmó Irene—. Pero creo que... tendré que esperar a que ella regrese.Estrella sabía de quién hablaba.—¿En ese momento, a Diego ya no le importarán las acciones ni los accionistas? —preguntó.—Comparado con ella, eso no significa nada. Aunque tenga que enfrentarse al mundo entero, Diego querrá estar con ella. —dijo Irene.—¿Qué tiene ella que sea tan esp
Incluso Pablo. Era la primera vez que notaba la forma en que Pablo miraba a Irene. Era como si hubiera desdén, pero no del todo. Parecía que también había otras emociones en juego.Diego no le dio más vueltas, no iba a profundizar en eso. Pero la admiración en los ojos de otros hombres, eso sí lo vio claramente.Era el cumpleaños más frustrante de la vida de Diego. En años anteriores, una vez pasada la medianoche, sus amigos ya estaban celebrando con él. Esta noche, sin embargo, estaba solo.Y pensar que Irene se había olvidado por completo de su cumpleaños y no le había preparado un regalo lo ponía aún más de mal humor. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando decidió llamar al chofer.—¿A dónde fue Irene?—Fue a la casa de la señorita Flores. —El chofer respondió sin rodeos.Diego colgó el teléfono, su expresión se tornó aún más oscura. Al pensar en Estrella, su mente se fue a Julio. La relación de Irene con ellos era lo suficientemente buena como para provocar celos.Diego reflexi
—Entonces pueden irse. En mi familia Martínez, no damos la bienvenida a ese tipo de invitados. —dijo Diego.—Ire, ¿de verdad has estado con un hombre así durante tres años? ¿Cómo lo has aguantado? Te lo advertí antes de casarte, deberías haberlo pensado mejor. ¡Olvídalo, divorciate! —Bella miró a Irene.Bella siempre fue directa y no temía a nada. Diego no le tenía mucho rencor a Estrella, pero detestaba a Bella. Ella siempre estaba al lado de Irene, dándole consejos. Mira, palabras como "divorcio" las suelta con tanta facilidad.La expresión de Diego se tornó aún más oscura. Irene, con resignación, habló.—Bella, tú y Julio regresen a casa. Hablaremos mañana.—Vamos. —dijo también Julio.Bella le lanzó una mirada desafiante a Diego antes de subirse al auto. Una vez que se fueron, Diego habló con frialdad.—¿Qué clase de amigos son esos?—Deberías mirar primero a los amigos que tienes a tu alrededor. —respondió Irene.—¡Destruir el matrimonio de otros trae consecuencias!—¿Y Pablo no t
—Solo temo que abuelo escuche que estamos hablando de divorcio. —dijo Diego, con un tono algo incómodo—. No es que quiera abrazarte.—Entonces suéltame, no tengo miedo al frío. —Irene frunció el ceño.—Te resfriaste, y si eso pasa, abuelo me echará la culpa. —Diego no la soltó—. No te muevas.—¿Por qué no hablas? —Después de unos segundos de silencio, Diego preguntó.¿Cómo se supone que se responde a eso? ¿Es normal pelearse mientras se abrazan?—Vámonos, quiero dormir. —dijo Irene.—Hablando de dormir, —Diego preguntó—, ¿qué quisiste decir con que debo tomar suplementos hoy?—Es para que te fortalezcas, no puedes estar débil a tu edad. —Irene respondió.—Si estoy débil o no, los demás no lo saben, ¿y tú no lo sabes? —dijo él.En ese momento, de repente la levantó en brazos. Irene soltó un grito y se aferró a su cuello.—¿Qué estás haciendo?!—¿Qué crees que estoy haciendo? Si te preocupa mi salud, debo demostrarte que no estoy débil. —Diego la miró fijamente.Irene se debatía con fuer