Capítulo120
Diego frunció el ceño, no quería que su esposa se esforzara innecesariamente.

Con amabilidad le aconsejó:

—Querida, mejor deja que los empleados se encarguen. Ten por seguro que tendrán mucho cuidado y no dañarán el pañuelo.

Laura refunfuñó:

—Si pudiera, tampoco querría lavarlo yo misma.

Era verdad, Laura detestaba mojarse las manos.

¡Qué desagradable!

Salvo en el trabajo, era muy perezosa para todo lo demás.

Pero ya había prometido hacerlo, no podía faltar a su palabra.

Diego aún no comprendía la insistencia de su esposa. Su reciente ataque de celos parecía haberse disipado por completo tras los golpes de Laura.

Aunque Diego era un poco lento, últimamente Laura le había inculcado un muy buen hábito: preguntar cuando no entendía algo.

Así que preguntó:

—Esposa, ¿por qué insistes tanto en lavar este pañuelo?

Laura suspiró:

—Diego, ¿acaso olvidaste que dije que se lo prometí a alguien?

Diego reflexionó un momento y comprendió:

—Ah, ¿es el pañuelo de Rita entonces?

—¿Ella no puede la
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