Como una hormiga en una sartén caliente, Karen llamó a Jeremy.

No mucho después de su llegada, llegó Felipe.

Vestido con un traje negro, el aura normalmente elegante y caballerosa de Felipe estaba teñida de un golpe de dominación.

Al darse cuenta de que el Viejo Maestro Whitman, Jeremy y el resto de la familia Whitman estaban presentes, Felipe hizo que su asistente le entregará un documento, antes de ir directamente al grano.

"Esta casa es ahora mía. Considerando nuestra relación, te doy un día para empacar todo y mudarte".

Karen se levantó de un salto y señaló con un dedo a Felipe, con rabia. "¡Felipe, maldito! ¿Cómo has podido maquinar para arrebatar los bienes, a nombre de los Whitman? Ya te quedaste con la Corporación Whitman, ¿pero ahora te llevas también la casa de retiro del Viejo Maestro? No tienes conciencia".

Felipe sonrió, despreocupado. "¿Conciencia?".

Sus ojos oscuros brillaban con un destello irónico.

"No estaríamos aquí si ustedes tuvieran conciencia".

"¿Qué...?