Mi cara está tan roja que tuve que dejar mi cabello suelto porque por poco nos descubren, por más que intenta hacerme hablar no lo haría, ni crea que le perdonaré esto, tal vez para él fue asombroso o excitante, si lo fue para mí también pero ahora como me encuentro siento que no fue correcto, este pueblo es demasiado pequeño y apuesto que todos saben que soy la hija del jefe de la policía.

—En verdad no piensas hablarme eh.

Sigo caminando a grandes pasos pero el me toma de la mano deteniéndome, ladea una sonrisa y con ambas manos acaricia mi rostro y aunque quise reaccionar no lo hice porque debe saber que es lo que agrada y que no.

—Espero que mi obsequio te agrade y puedas perdonarme, prometo no hacerlo otra vez, —esta vez mi corazón se enloquece porque me besó sin pensar que muchos nos estaban observando. —al menos no en público.

¿Qué clase de disculpa es esa? ¿Qué… regalo?. El señala en mi cuello haciendo que rápidamente buscará algún reflejo para verme. Mis ojos brillan de la fe