Capítulo63
A la una de la madrugada, María fue llevada por Manuel a un bar.

La música estruendosa de rock, cuerpos jóvenes bailando caóticamente, el fuerte aroma de licor denso, todo hacía que uno se sumergiera fácilmente, olvidando el dolor y las preocupaciones en el corazón.

Sentada inmóvil en un rincón del reservado, María sostenía una botella recién abierta de licor fuerte en las manos, sin expresión en el rostro, con los ojos enrojecidos pero sin lágrimas.

A veces, la gente está tan triste que se vuelve insensible, incapaz incluso de llorar.

Manuel se sentó a su lado, tomó un sorbo ligero de whisky, miró su rostro pálido, se inclinó hacia adelante y la abrazó con cuidado en sus brazos. Sus labios fríos besaron suavemente sus ojos vacíos, diciéndole con calma: —Llora si quieres, después de llorar, ¡piensa en cómo vengarte! Si prendes fuego, yo arrojaré el aceite; si lo matas, yo te entregaré el cuchillo. ¡Estoy aquí para todo!

Su voz grave y magnética se repitió como un eco en sus oídos una y
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