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Versteckte wahrheinten.

Capítulo 3.

Una mujer con el mismo color de mis ojos se hace presente, puedo ver a una niña acostada en los regazos de ella mientras que yo estoy como en una película, viendo todo como si fueran cosas fugaces, frente a nosotras está un anciano sentado en el asiento trasero del carro, acariciando el cabello de la niña, un niño un poco más grande está frente a ella. No puedo verles las caras, veo los cuerpos pero es imposible verles las caras ya que todo se torna borroso, solo puedo ver el brillo del color de los ojos.

—Todo estará bien pequeña…—Dice la mujer en la cual la niña está acostada.

El anciano agarra la cara de la niña para que lo mire directamente a los ojos mientras que el niño no hace o dice absolutamente nada.

—En la vida hay muchas cosas que vas a tener que recordar, pero tienes que recordar por estas por ley, pequeña— La señora le da un beso en la cabeza mientras el anciano acaricia sus mejillas para continuar hablando.  

—Cualquier persona que trate de ser tu enemigo, siempre empezará por tratar de ser tu amigo, así que; elige bien a tus aliados, porque en ésta vida nunca hay verdaderos amigos, mi pequeña.

La niña lo mira directamente a los ojos como cualquier niña aprendiendo lecciones de vida.

—En esta vida tendrás miles de enemigos quieras o no, ellos siempre te encontrarán, así que procura encontrarlos a ellos primero, pequeña. En ésta guerra que se aproxima, para poder ganar tienes que saber siempre todo sobre el enemigo. Vencerlo antes de que te venzan. ¿Entiendes pequeña?.

La pequeña asiente.  

—Nuestros orígenes no importan, lo importante es a dónde nos dirigimos. Y aunque nuestros destinos ya estén escritos, siempre tenemos que ver por nosotros mismos sobre cualquier persona.

—Siempre hay cosas que no se pueden ocultar, las mentiras, los sentimientos y la verdad. Tu verdad. Quizás nunca llegues a entenderlo pero la verdad siempre sale a la luz, algún día ellos te la dirán. Y en la guerra que tendrás que enfrentar siempre deberás ganar.

Puedo ver como la señora abraza a la niña que tiene en sus brazos con más fuerza mientras el carro empieza a conducir con muchísima más velocidad, a la hora de las vueltas el coche se mueve y las personas que vamos sentados en el asiento también se mueven en las vueltas los lados por la velocidad en la que va el auto.

—Y una cosa más; nunca se le da la espalda a la familia, pequeña. Después de ti, siempre va a estar tu familia. Con ellos estará tu alma y corazón.

Siento como en carne propia los disparos que empiezan a salir de la nada para luego sentir el impacto del coche que choca contra algo, la señora agarra más fuerte a la niña, cubriéndola con sus brazos mientras el coche empieza a caer en picada.

Hay sangre por todo lado, veo dos cuerpos y la niña trata de moverse ya que el olor a gasolina inunda el olfato.

La niña trata de moverse a donde yace el cuerpo de la señora y con el anciano al lado.

—Tu verdad, ellos te buscarán y te la dirán, pequeña…

La niña se mueve y empieza a llorar al verse cubierta de sangre y sin poder moverse.

—Todo el que quiera ser tu enemigo empezará por ser tu amigo, encuéntralos siempre tú primero, pequeña, siempre.

El señor pierde el brillo en sus ojos y la niña empieza a llorar aún más fuerte.

La parte delantera del auto empieza a encenderse en llamas y poco a poco todo se empieza a tornar negro.

Despierto de golpe con el pecho galopando a mil. He tenido la misma pesadilla durante casi un mes, algunas veces son pesadillas diferentes, pero siempre es la misma niña. Una señora y un anciano junto a una niña, y luego el accidente. Las cosas que le decía a la pequeña quedan perfectamente grabadas en mi mente.

Ya ha amanecido, miro la hora y son las 9 am. Ellos ya han de estar en la playa.

Me levanto y me pongo una licra short y un top para hacer los ejercicios diarios, duro una hora terminando de hacer los ejercicios y me voy a desayunar, ya que todos han de estar en la playa.

Pongo música y empiezo a moverme bailando, mientras preparo las frutas junto al yogurt con cereal. Me doy la vuelta para servirme el jugo de naranja, tomo un sorbo y doy lentamente la vuelta con los ojos cerrados disfrutando de la música. Creo que el baile es una de mis cosas favoritas, es una forma de despreocuparme de las cosas y sentir la música corriendo por mi cuerpo es algo bastante tranquilizante.

Agarro el resto del jugo de naranja y lo meto en la refrigeradora mientras sigo con los ojos cerrados, pero lo abro de golpe al sentir la presencia de algo detrás de mí. Me quedo paralizada ya que estaba bailando como una idiota.

Me doy la vuelta y lo veo… esos ojos… ese cuerpo… esa mirada… es él.

El hombre de la discoteca.

Me quedo paralizada mientras él me ve directamente a los ojos, da un paso hacía delante y yo uno hacía atrás logrando chocar contra la refrigeradora.

No sé si mis nervios son notables pero trato de parecer lo más estable posible, aunque siento que el calor en la sala empieza a subir.

Pésimo servicio. 

Pone la mano en la refrigeradora, cerca de mi cara dejando caer el peso de él en esa mano mientras empieza a acercar su cara a la mía manteniendo la mirada fija en mis ojos.

Veo como observa todas las facciones de mi cara mientras yo reparo las de él. Se acerca más a mi cara, ve mis labios y luego sube hasta mis ojos nuevamente. Parezco una idiota al estar así de paralizada y no solo yo, mi cuca también lo está. 

—Quítate.

Me dice secamente y yo trato de entender a qué se refiere.

—¿Disculpa?.

Como era de esperarse, ya decía yo que algo tan bueno no podía ser cierto.

—Necesito sacar algo y estás estorbando, — Me señala la refrigeradora, y se acerca aún más a mí cara, completamente serio— Así que quítate. 

—A ver— En este caso soy yo la que se le acerca más a él, creando una tensión que nunca había sentido en mi vida. Lo miro a los ojos y trato de no mirarle los labios, ya que eso me delataría, pongo mis labios lo más cerca que pueda de los de él, casi chocándolos— Tú háblale así a quien quieras, pero a mí no—No puedo evitarlo y miro rápidamente los labios, para luego verlo nuevamente a los ojos, a esos ojos tan profundos como el mar— Así que a mí me respetas.

Nunca he sido de las personas que le aguantan cosas a los hombres, y este no será el caso.

Sigue completamente serio, así que yo opto por ponerme completamente seria. Sin quitar la mirada de mis ojos y yo trato de no tragar grueso. Ve mis labios disimuladamente y yo necesito parar esto ya.

 Lo agarro de los hombros y lo empujo lentamente para moverme. Lo muevo a un lado y me siento a desayunar mi fruta.

El hombre agarra el fresco de naranja y se pone al otro lado de la mesa sin decir ni una palabra.

Siento la presencia de alguien y ruego porque no haya visto la escena de ese hombre.

—Veo que ya conociste a mi hermano.

Dirijo mi mirada hacía donde proviene esa voz que tanto conozco. Veo a Dominick con ropa de playa y con las manos metidas en los bolsillos de la pantaloneta.

—¿Hermano? —. Ahora tiene más sentido, por eso lo vi en la discoteca y por eso es que está en esta casa. Noto algo peculiar y es que Dominick y su padre no se parecen en nada al hombre que tengo frente a mí. El hombre tiene esos ojos azules, mientras que ellos los tienen color esmeralda. Y en rasgos físicos no se parecen en absolutamente nada, hay hombres guapos, pero este es como un dios.

Tal vez se parezca a su madre, aunque nunca conocí a la mamá de ellos y nunca he oído a alguno de mis amigos tocar ese tema, lo cual es un nuevo misterio para mí, misterio que pienso resolver, obviamente.

Vuelvo a ver al hombre y trago grueso al ver esos pectorales sumamente marcados, se peina el pelo negro hacía atrás mientras se bebe su jugo y Dominick se pone detrás de mi silla.

—Sí. Damon ella es Sierra…

Damon lo vuelve a ver como si el tema no le importara en lo absoluto.

—¿Y eso a mí qué me importa?. —Agarra el jugo de naranja, listo para irse, pero justo cuando se va a ir se detiene— Por cierto, Dominick—Habla autoritariamente y con un porte peor que el del padre. Le dice directamente a Dominick, como si yo no estuviese en la sala— Si ves a Ada dile que la quiero en treinta minutos en mi habitación, con una cola alta, ella ya sabe a lo que me refiero.

Se va luego de esas palabras y Dominick solo pone cara de asco.

—¿Estás lista? — Cambia de tema.

—Tengo que ponerme el traje de baño, en cinco minutos salgo— Prefiero no tocar el tema del hermano, ya que es mejor mantenerme lo más lejos de ese hombre. 

—Ellos ya están en la playa, el alcohol ya está listo y la carne asada también, en una hora empezamos a hacer todo. Por cierto, Ismael estaba buscándote.

Asiento, mientras me voy  al cuarto. Me pregunto por qué me estará buscando el hermano de Ada, creo que de aquí solo lo conoce Dominick y Ada, quizás ya estuvo en esta Universidad. Busco el traje de baño y una toalla para bañarme ya que estoy asquerosa por el ejercicio. Me lavo los dientes y entro a la ducha de mi cuarto, pero la ducha no sirve, me pongo la bata y me veo en la obligación de ir al baño principal.

                               ***

DAMON.

Luego del encuentro con mi hermano al reclamarle por mi actitud con la bonita de ojos azules, decido tomarme un baño. Esta casa está tan hecha m****a que ni las regaderas personales sirven. Pensé en decirle a mi padre que tenía que arreglarla o destruirla pero mejor me ahorre saliva, que se joda. En treinta minutos va a llegar Ada y ni sé por qué le dije a Dominick que llamara a esa insoportable, tal vez mi instinto lo hizo para que la de ojos azules dejara de verme como me ve.

Esa mujer logra crear tensiones sexuales como si fuera una experta, aunque desde lejos se ve que no lo es.

Entro a la ducha principal y empiezo a ducharme, una ducha rápida.

Salgo y me pongo la toalla de la cintura para abajo, escucho pasos y me doy la vuelta hacía el espejo, despeinándome el pelo para que se me seque más rápido. Escucho más cerca los pasos y empiezo a hacer un poco más de silencio.

Abren la puerta de golpe, confirmando mis sospechas. Entra de espaldas con una bata que se quita de golpe, quedando completamente desnuda y dejando a la vista su abdomen completamente plano, piernas tonificadas y glúteos y pechos firmes, sin darse aun cuenta de mi presencia.

Sigue de espaldas mientras yo la observo por el espejo, se recoge el pelo que le queda por la cintura, haciéndose una cola alta. Haciendo que mi erección crezca en cuestión de segundos.

Sonrío para mí mismo al ver lo ingenua que se ve así. Me aclaro la garganta, dejándole claro que no está sola.

Se da la vuelta de golpe, quedándose petrificada en cuanto me ve. No sé qué es peor, si el hecho de que me ve, ve mis labios y luego baja su mirada hasta mi abdomen para luego volver a subir su mirada a mis ojos, o que se le haya olvidado que está completamente desnuda.

Trato de controlar mis impulsos, ya que de la forma en la que me ve ella creo que no me ha visto nadie, o quizás no me había interesado la mirada de alguien hasta ahora.

Me doy la vuelta hacía ella y empiezo a caminar lentamente hacía ella, ya que si ella no se pone la toalla me voy a ver en la obligación de ponérsela yo.

Empiezo a sentir la misma tensión de hace unos minutos y me veo en la obligación de terminar con la tensión que ella empezó. Porque no la empezó justo ahora, ni la empezó hace unos minutos en el desayunador, la empezó desde el instante en el que bailó para mí en la discoteca, la empezó desde que me vio con esos ojos llenos de deseo.

 Quedo frente a ella y sigue igual como cuando se dio cuenta que no estaba sola. Entrar a la cueva del diablo sin tocar antes, mala decisión, bonita.

—Creo que no nos presentaron muy bien—tengo que hablar yo primero ya que ella no mueve ni un pelo.

Empieza a respirar más rápido de lo normal, con cierta excitación.

Se agacha rápidamente agarrando la bata y tratando de ocultar lo que pueda.

—Sierra— Dice con seguridad. Acerco mi cara un poco y empieza a respirar aún más rápido, sin saber que eso me prende más.

—Suena a tierra— trato de mantenerme lo más serio y indiferente que pueda, pero con esos ojos viéndome fijamente es un poco difícil esconder el deseo. Tantos años de práctica con tantas mujeres que no sirvieron para nada.

Aprieta la mandíbula al oír mi comentario y baja su mirada hasta mi entrepierna. Mal, muy mal.

—Damon— le digo firmemente, sube la mirada rápidamente para luego tragar grueso.

—Suena a Demonio—pone su mirada en mis ojos.

Elevo una comisura de mis labios.

—Nunca dije que no lo fuera.

La agarro del cuello, dándole un beso profundo que sacia las ganas que tengo desde que la vi en la discoteca.

Pone su mano en mi pecho y empieza a bajarla lentamente. El problema no es su tacto contra mi piel, el problema es que yo siento el mismo deseo que siente ella desde que nuestras miradas se encontraron.

Bajo mis manos hasta sus glúteos levantándola bruscamente para ponerla en el lava manos, mientras los besos húmedos se vuelven cada vez más profundos.

—Esto no… no puedo.

Empieza a hablar mientras tiro la bata al otro lado del baño y empiezo a besarle el cuello, para luego empezar a bajar.

En mi vida he estado con miles de mujeres pasajeras y he sentido el mismo deseo de solo una noche por todas, pero ese deseo que sentía por ellas no se compara al deseo que está desencadenando ella.

—¿No quieres?

Creo que es el momento justo para que decida, porque una vez que yo empiezo, no paro hasta terminarlo.

—Si…— Dice entre jadeos.

—Bien, porque no tienes idea de lo que acabas de empezar.

Le digo la verdad, porque a ella ni por la mente se le pasa lo que acaba de empezar. No tiene idea que empezó un huracán. Un huracán que arrasa con todo y no se detiene hasta que todo quede hecho trizas.

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