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Conociendo a sus padres, Martiniano sabía que debía esperar lo inesperado, pero nada podría haberle preparado para la pregunta que le hizo su madre. Lo dejó indefenso y demasiado incómodo para formular una respuesta.

—Nosotros... nosotros—, se interrumpió Martiniano, sin saber qué más decir.

Rachel y John se echaron a reír tan fuerte que tuvieron que agarrarse el uno al otro para sostenerse.

—John, cariño, ¿has visto la cara de Martiniano?—, dijo ella sin aliento, con la voz temblorosa por la risa. Y la pobre Kiara parecía haber visto un fantasma, se rió Rachel, usando los dedos para secarse las lágrimas de alegría que se le formaban en los ojos.

Siguieron riendo mientras Kiara y Martiniano los miraban incrédulos.

—Esta vez te hemos pillado, eh. De todos modos, sólo estaba bromeando. Son vuestras vidas, deberíais saber tomar vuestras propias decisiones—, sonrió Rachel pellizcando las mejillas de Martiniano.

—Venga vamos a hablar. Sabrina cariño, ¿por qué no vas a jug
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