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Me fui a casa tres días después de que Natanael me diera la noticia. Los médicos habían querido mantenerme en observación para asegurarse de que todo iba bien. En ese tiempo, Natanael y yo habíamos hablado a nuestras familias del bebé, tanto del que habíamos perdido como del que crecía dentro de mí. Tenían sentimientos encontrados, pero al final se alegraron por nosotros.

—¡Nuestros bebés pueden ser amigos! — chilló Megan mientras nos sentábamos en el sofá de mi casa y la de Natanael.

—Eso es un hecho, nena. Están atrapados el uno con el otro, así que también pueden ser amigos—, respondí, ayudándola a ponerse de pie.

—Ugh, este bebé necesita salir de mí. Tengo muchas ganas de conocerla. Además, estoy cansada de estar embarazada

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