CALIENTE- Nunca tuve una cita real con Henry. – mencionó Pauline mientras mi madre le trenzaba el cabello.- ¿Qué quieres decir con que nunca has tenido una cita real? – pregunté mientras los observaba acostados en la cama matrimonial que pertenecía a un hombre y una mujer que no conocía, pero desde donde podía ver el atardecer más hermoso del mundo.- Todo pasó muy rápido entre nosotros. – Confesó.- Porque querías escaparte de la corona muy rápidamente. – Mi madre se rió.- Pero me gustaba... No sé dónde nos perdimos.- Es muy fácil perder la pasión, querida. Pero el amor... Ah, éste no está perdido.- No sé cómo pude imaginar que Henry ya no me agradaba.- No es que no me agradara Henry. Creo que lo que no te gustó fue la vida que llevaban.- Quizás ... Pero amo a mis hijas... Y nuestro espacio en Noriah South.- Pero no me gustó la forma en que Dereck y Kim intervinieron en sus vidas. Creo que necesitas decirles eso. - Sugerí.Ella suspiró:- No sé qué faltaba … Pero faltaba algo
- ¡Estoy tan confundida, Aime! – Se pasó las manos por la cara, luciendo exhausto.- ¿Quieres hablar acerca de ello?Catriel dio un paso y se paró a mi lado. Toqué su pecho lentamente, notando el sudor. Fue entonces cuando envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, chocando violentamente nuestros cuerpos. Sonreí, encontrando su boca en medio del caos que estaba viviendo. Y supe exactamente cómo era, tal como lo había pasado días antes.Me levantó, sin soltar mi boca, completamente concentrado en nuestro beso, llevándome hacia la cama. Colocó su cuerpo sobre el mío, pasando sus manos por mis piernas de manera libidinosa.Lo sentí respirar con dificultad y me coloqué debajo de su cuerpo, abriendo mis piernas para cubrirlo. Por supuesto, sabíamos que el mundo se derrumbaba sobre nuestras cabezas, pero el anhelo que sentíamos era mayor que cualquier otra cosa.- Esta cama es pequeña... Y extraña. – se rió Catriel, hablando entre mis labios mientras se movía, haciendo crujir los muebles.
CÓMO FUE ENVENENADO EL REYCuando llegamos a la Comisaría el ambiente ya no me parecía extraño. Al contrario, incluso le resultaba familiar. Nunca se me pasó por la cabeza acudir a una Comisaría tantas veces como últimamente.Tan pronto como nos sentamos frente al Delegado, separados por su gran mesa llena de papeles esparcidos y desorganizados, Catriel inmediatamente preguntó:- ¿Cómo fue envenenado mi padre?- Con cianuro.- ¿Cianuro? – ríe asombrada – Eso ya lo sabemos, diputado. Ahora cuéntanos algo nuevo, por favor.- Si tiene paciencia y me deja terminar, lo haré con mucho gusto, Alteza – me miró sarcásticamente. - Para ser más exactos – miró a Catriel – Había rastros de veneno, aunque mínimos, en la caja fuerte que existía dentro del dormitorio del rey y la reina.Catriel meneó la cabeza, atónita:- Cómo... ¿Recién viste esto ahora? ¿Por qué tardaron tanto en llegar a la conclusión de que había restos del veneno en la caja fuerte?- Recogimos varios objetos de los aposentos del
- Voy a la mansión Cappel. Encuéntrame allí, Catriel, por favor. Me temo que... - Se cortó la llamada, interrumpiéndome.Lo intenté varias veces y no pude comunicarme.- La señal es débil en estas partes. – El hombre me lo explicó.- Gracias de la misma manera.Detuvo el coche delante de unos altos muros y de una gigantesca verja de hierro. No recordaba la zona de entrada de la mansión Cappel, ya que cuando visité la residencia, hace algún tiempo, había venido con la familia real, prestando poca atención a los detalles.- ¡Ya está aquí, alteza!Me bajé del auto y dije:- Nos vemos mañana en el pueblo de pescadores . Ahí es donde estoy. Te daré el dinero para que compres un auto nuevo, como te prometí.- No es necesario, Alteza.- Hago hincapié.- Realmente no lo necesitas. Me sentiría ofendido si le cobrara algo a la novia del rey del País del Mar.- Cat… – Iba a decir que ya no era el rey, pero no había tiempo para discutir eso.- Está bien... Entonces al menos ve allí para que te pa
ENDORFINAS¿Sí? ¿No? ¿Qué decir en ese momento? ¿Qué pensé realmente o qué quería que dijera?- No. – fue mi seca respuesta.Catriel me miró sin decir nada. Mentí diciendo que no lo creía y él me creyó, ambos intentando evitar una pelea.Me senté en la cama donde él yacía y miré por la ventana, observando la noche estrellada y respirando profundamente el aire fresco que entraba a través de ella.- Simplemente creo que nadie es digno de confianza.- Nadie no se refiere a mi madre, ¿verdad?- Nadie... quiero decir... Todos... Aparte de nosotros dos.Catriel se sentó en la cama y me abrazó por detrás, besándome el hombro:- Sé que mi madre es muy difícil. Pero ella no haría nada contra su propia nieta.Desató el nudo que hice en la toalla que estaba envuelta alrededor de mi cuerpo, en mi pecho.- ¿Cómo llegó Olavo hasta allí, si se acordó que Siena le sería entregada recién al día siguiente? – pregunté, retirando la toalla.- Yo hablé con el.- ¿Por qué? - Estaba confundido.- Porque sal
Mis piernas se suavizaron y tuve que agarrarme de la ventana, sintiendo su lengua tocando tranquilamente cada centímetro de mi coño. Gemí tímidamente, cerrando los ojos y dejando que mi cuerpo liberara todas las hormonas posibles e imposibles.Cuando Catriel me penetró con sus dedos, sus dientes todavía mordían ligeramente mi clítoris, proporcionándome un placer simplemente incomparable. Cuando se dio cuenta de que estaba casi llegando a mi punto máximo, abrió aún más mis piernas, colocándose entre ellas y metiendo su lengua prácticamente por completo dentro de mí, en intensos movimientos de adelante hacia atrás, entrando y saliendo rápidamente, obligándome a gritar, prácticamente. delirando de placer.Todo mi cuerpo prácticamente quedó flácido. Pero Catriel fue aún más atrevida: lamió suavemente toda mi humedad, hasta que me excité nuevamente, sin saber si podría soportar otro orgasmo tan intenso como ese en tan poco tiempo.Al darme cuenta de que estaba listo para hacerlo todo de nu
BARCO A LA DERIVA¿Como asi? ¿Realmente se iría?Tiré a Pauline del brazo, alejándola un poco de los demás:- ¿Tú... tuviste sexo con él en la playa? – pregunté con curiosidad, refiriéndose a Henry y los consejos que le había dado nuestra madre.- ¡Claro que no! La playa está llena de arena. Es asqueroso. – Ella hizo una mueca.- Ah… – sonreí – Pensé que no habías tenido sexo en la playa.- ¿Por qué? ¿Te imaginabas que no tendría el coraje? Bueno, sé que lo tengo. ¡Simplemente no pensé que fuera higiénico!- ¿Higiénico? ¿Es el sexo higiénico? – Puse los ojos en blanco - ¡Joder, ni hables de higiene! – Me toqué el pelo – Y solo imaginé que no habías tenido sexo en la playa porque yo estaba allí... Y no vi más parejas desnudas en la arena. - Empecé a reír.- ¡Pequeño monstruo pervertido! – Ella empezó a reír, dándome palmaditas en el hombro.Yo la abracé:- ¡Te extrañaré!- ¿Tanto como sientes por Alexia? - Me susurró al oído.- Sí, tanto como lo que siento por Alexia. – Lo admití.- Te
- País del Mar no es un lugar difícil de gobernar. La gente está tranquila.- Y sin ambiciones.La miré seriamente:- No creo que carezcan de ambiciones. Están felices de cómo sucede todo. Tenemos gente sencilla ... Pero feliz. ¿He mencionado ya la idea de crear una forma para que las mujeres de la Villa también ganen dinero además de las artesanías que venden a los turistas?- No. ¿Cuál es tu idea?Lucca vino hacia nosotros, hablando por teléfono con expresión preocupada.- ¿Qué paso? – preguntó Odette al verlo acercarse.Lucca colgó la llamada y dijo:- El Duque Cappel quiere verme. Está previsto para ahora, próximamente, a las cinco de la tarde.- ¿Qué quiere contigo? – Tenía curiosidad – ¿Y por qué no llamaste a Catriel también?- Porque no le gusta Catriel.Vi a mi prometido hablar tranquilamente con los pescadores, hacer planes, sus ojos claros llenos de sueños, su cabello desordenado volando en dirección al viento. Era muy raro que lo hubiera visto vestido de manera tan informa