54. Maldición

Celine

Jordan me levantó y se fue directamente a su habitación. Nuestros labios no se separaron en ningún momento y sentí el impulso de estar con él. El deseo ardía en nuestros ojos, reflejando la desesperación que sentíamos.

Cuando entramos en la habitación, me depositó suavemente en la cama, sin romper el beso. Sus fuertes manos exploraron mi cuerpo, transmitiendo la urgencia de aquel momento. Con fuerza me abrió la camisa, haciendo que los botones salieran volando.

La habitación estaba impregnada de una atmósfera cargada de electricidad, como si el aire que nos rodeaba estuviera a punto de estallar en llamas. La suave luz que entraba por la ventana proyectaba sombras danzantes en las paredes, creando un ambiente íntimo y romántico.

Deslizando mis manos por los musculosos hombros de Jordan, sentí la textura de la piel bajo mis dedos. Cada roce, cada caricia, encendía aún más mi palpitante centro.

Jordan se apartó un momento, sus ojos ardían con intensidad mientras me observaba. Era
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