21. La locura

Celine

¿Cuánto deseo puede albergar una sola persona?

Los frenéticos latidos de mi corazón persistían, haciéndose eco de su contacto, y mi respiración mantenía un ritmo irregular. Era como si hubiera completado una maratón, con la adrenalina corriendo por mis venas. Necesitaba recuperar el control; aquello rozaba la locura.

No podía interesarme por un hombre capaz de convertirse en una bestia. ¿O debería?

Me senté en la cama, intentando dominar el torbellino de emociones que me envolvía. Respiré hondo, intentando despejarme, pero mi corazón se negaba a calmarse. Decidí que cambiarme de ropa me ayudaría a difuminar todo lo ocurrido y me puse con cuidado un camisón prestado por las lobas que habían ordenado la casa. Mis pertenencias, al igual que las de Ben, aún no habían sido entregadas.

Me dirigí al cuarto de baño integrado en el dormitorio y me detuve frente al espejo. Mis ojos, cuyo intenso brillo contrastaba con mis mejillas sonrojadas, crearon una sensación de extrañeza que recorr
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