Capítulo 910
Felipe le echó una mirada desde el espejo retrovisor.

La calma y la forma de expresarse de Gabriela le sorprendieron.

Él dijo: —Muy bien.

Ya no había sonrisa en el rostro de Gabriela.

La sonrisa que llevaba en la empresa.

Era una máscara necesaria.

Ahora, con la situación de Rodrigo incierta, tenía que estar alerta.

Se frotó la cara con fuerza.

Al llegar a casa.

Vio que Dalia también había vuelto.

Recién bajada del coche de Águila.

—Señora.

Dalia se acercó: —Iré contigo.

Gabriela preguntó: —¿Qué pasa con tu salud?

Estoy bien, dijo Dalia golpeándose el pecho. —¡Mira, estoy perfecta!

Gabriela le dijo: —Cuando lleguemos allá, organizaré un médico para ti.

—No hay necesidad, estoy bien. Si no fuera por tu insistencia en que me recuperara más, ya habría salido del hospital. Quedarme todos los días allí casi me mata de aburrimiento. Ahora, voy a ver a Gemio, hace días que no lo veo y lo extraño mucho.

Dalia corrió hacia la casa.

Gabriela miró a Águila: —¡Prepárate tú también!

Águila asintió
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