"¡PAM!"Óscar golpeó el tenedor con fuerza. La mesa quedó en absoluto silencio de repente.—¿Así es cómo le hablas a mi esposa? —miró fríamente a Camila, con una mirada casi helada.Camila se sobresaltó, palideciendo al instante. Se mordió el labio con fuerza y tras un momento logró musitar un "Lo siento" mucho entre dientes.Al oír las palabras de Camila, Cristina no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa. Ver a Silvia aquí era algo extraño; al principio pensó que, como ella, solo era una simple invitada, pero resultó ser la esposa de Óscar.Después de la sorpresa inicial, una intensa envidia la invadió por completo. ¿Por qué? ¿Cómo podía Silvia ser la señora Navarro?La cena familiar terminó con dificultad. Los ojos de Camila casi echaban chispas mientras miraba con odio a Silvia. No entendía qué le pasaba a Óscar para defender tanto a esta mujer.Incluso al salir de la casa de los Navarro, seguía rechinando rabiosa los dientes:—Una oportunista que se cree que puede ser la señora N
—Vamos —dijo Óscar.Silvia bajó primero del coche. Cuando Óscar estaba a punto de bajar, recibió una inesperada llamada. Hizo un gesto indicándole a Silvia que esperara un momento.Silvia esperó paciente junto al coche. A través de la ventanilla podía ver a Óscar hablando por teléfono, probablemente sobre trabajo, con una expresión aún más seria de lo habitual. "Qué intimidante", pensó Silvia. "Menos mal que no es mi jefe". Después de esperar un largo rato, Óscar finalmente bajó del carro.Miró de reojo la hora y dijo con indiferencia:—Que el chofer te lleve de regreso. Ha surgido algo urgente en la empresa, tengo que hacer un viaje de negocios. Voy al aeropuerto ahora mismo.Silvia se quedó atónita:—¿Ahora? Pero el divorcio...Óscar frunció el ceño con impaciencia, como si pensara en realidad, que el divorcio era un asunto trivial comparado con los negocios de la empresa.—Lo resolveremos cuando vuelva.Dicho esto, Óscar llamó a un taxi y se marchó apresurado. Silvia, furiosa, pisot
Esas palabras...Silvia frunció el ceño:—No tienes que preocuparte. Óscar no interferirá en mi trabajo. Competiremos de manera justa, no usaré ningún truco bajo la mesa.Aunque sus intenciones fueron expuestas, Cristina no se avergonzó. En cambio, cabizbeo:—¿Por qué la señora Navarro también debe que ir a trabajar? El otro día vi que el señor Navarro te trataba muy bien.Silvia la miró fijamente:—¿Te gusta que te mantengan? A mí no.La expresión de Cristina se volvió muy desagradable. Se mordió avergonzada el labio, se dio la vuelta para volver a su asiento y no dijo nada más.Por la tarde, antes de terminar el trabajo, Lucía vino y les pidió que prepararan un tema de noticias cada una, como evaluación final.—Tienen tiempo, no se apresuren en hacerlo. Prepárenlo con calma.Cristina en ese momento apagó su computadora y miró de reojo a Silvia, que aún estaba recogiendo sus cosas. Sus ojos se oscurecieron ligeramente antes de levantarse e irse.Silvia fue recogida por el chófer.No t
En la foto, Julia estaba probándose un vestido de novia, pero estaba sola en la imagen, no se veía a su "esposo". ¿Por qué iría sola a probarse el vestido?Silvia pensativa frunció el ceño, pero como su relación con Julia en realidad no era tan cercana, solo se detuvo unos segundos antes de seguir deslizando.La condición de la abuela era bastante inestable, con fiebres recurrentes. Al principio solo descansaba en casa, pero luego la trasladaron directamente al hospital. De todos modos, los Navarro eran propietarios de dos hospitales privados, así que estar allí no era muy diferente a estar en casa.Para cuidar mejor de la abuela, Silvia también se mudó al hospital.Últimamente, el mayor placer de la abuela era vigilar muy puntual las "citas por video" de Silvia y Óscar todos los días.Silvia ya se había acostumbrado a esto y ahora podía decirle cosas cursis a Óscar sin inmutarse.Como ahora. Mientras pelaba con tranquilidad una manzana, le dijo casualmente a la pantalla:—No bebas muc
Estaba mirando algo en la computadora, con un pequeño plato a su lado, tal vez con algunos bocadillos que ocasionalmente se llevaba a la boca, masticando de forma ruidosa.Óscar la observó en silencio por unos segundos antes de decir de repente:—¡Silvia!Silvia se sobresaltó, como un conejo asustado, casi al instante cayéndose del sofá. Se enderezó torpemente y vio a Óscar justo frente a ella.Tartamudeando un poco, dijo:—Has... has vuelto.Como los sirvientes ya se habían retirado a descansar, Silvia se ofreció:—¿Has cenado? ¿Quieres que te prepare algo?—No es necesario —respondió Óscar con indiferencia. Después de un día de reuniones, se sentía algo aturdido. Debería haber subido directo a su habitación, pero por alguna razón se detuvo allí.Silvia, sin pensarlo mucho, tomó el platillo cercano:—Son galletas que horneé, pensaba llevarle mañana a la abuela. Les añadí chocolate en polvo, prueba una.Al ver que Óscar no se movía, Silvia con dulzura acercó una galleta a su boca:—De
Silvia abrió los ojos de par en par:—Pero... ¿no es que no te gusta dar entrevistas?—Por eso... —Óscar hizo una pausa, bajando instintivo la mirada hacia el platillo de galletas.—¡Hornearé pastelitos y unas cuantas galletas! —Silvia levantó la mano de inmediato— Puedo hacer una bolsa entera de galletas.Óscar pareció sonreír ligeramente, aunque la sonrisa fue fugaz.—Considéralo como un agradecimiento por cuidar de la abuela en el hospital todo este tiempo —dijo Óscar.Se dirigió directo hacia las escaleras, listo para descansar:—Vete ya a dormir.De la noche a la mañana, la imagen de Óscar en la mente de Silvia pasó de ser un demonio impredecible a un gran benefactor.Óscar no había concedido ninguna entrevista desde que despertó. Un magnate de los negocios que despierta del estado vegetativo era un tema bastante candente. Si Silvia conseguía esto, seguro aseguraría su puesto.Al día siguiente, en cuanto llegó a la oficina, Silvia comenzó juiciosa a preparar el tema de la noticia
Camila se sintió mal y, después de pensar un momento, se le ocurrió algo:—¡Ya sé! ¿Por qué no vienes conmigo mañana al hospital? La abuela está enferma y voy a visitarla. Mi hermano es bastante difícil de convencer, pero siempre escucha a la abuela. Además, ella tiene un corazón blando. Si le pedimos mañana, seguro que acepta.Cristina sonrió entusiasta:—Gracias, Camila.-Óscar tuvo varias reuniones y apenas pudo hacer tiempo para visitar a Marta en el hospital. No esperaba que, al entrar en la habitación, Camila lo abrumara con peticiones.—No tengo tiempo —dijo Óscar, aflojándose un poco la corbata con frustración— Estoy ocupado.Camila de inmediato miró a Marta en busca de ayuda.—Es solo una pequeña entrevista, ¿cómo no vas a tener tiempo? —dijo Marta— Camila dijo que no tiene que ser en la oficina, puede ser en el coche. Solo necesitas un momento libre.Óscar suspiró:—Abuela...—Considéralo un pequeño favor para Camila.A Óscar nunca le habían gustado las entrevistas con perio
Silvia se quedó pasmada:—¿Por qué eso?Lucía tenía una expresión muy seria:—Silvia, lo más importante para un periodista es no plagiar. ¿No te lo enseñaron en la escuela?Los labios de Silvia temblaron sorprendida:—Yo no he plagiado...—¡Toma! —Lucía le lanzó con rabia un montón de papeles— Este es el trabajo de Cristina. Míralo tú misma.Silvia hojeó un par de páginas y palideció al instante:—No lo sabía...—¿Ah…? ¿No lo sabías? —Lucía se burló— Tú y Cristina son competidoras. ¿Y qué casualidad que ambas elijan el mismo tema financiero?—Silvia, por lo tanto, no puedo aprobar tu tema.Incluso de vuelta en la mansión, Silvia seguía aturdida. Se sentó en el sofá con la mirada perdida, sin saber qué pensar. Casualmente, Óscar no trabajó hasta tarde ese día y llegó temprano.Tan solo al entrar, vio a Silvia sentada justo en el sofá, algo abstraída. Comentó casualmente:—¿Tienes lista la entrevista? Puedo echarle un vistazo primero.Silvia pareció volver en sí. Levantó la mirada hacia