NINETY FOUR

PUNTO DE VISITA DE DIMITRI

Pero no fue sólo la maldición. La manifestación física de la maldición hizo que sangre caliente bombeara por mis venas.

El médico dijo que probablemente no sobreviviría a otro ataque, especialmente si no tenía a Camille cerca.

Ver mi carne enfermarse hizo que mi estómago se retorciera porque creía que eso era todo.

La muerte había venido por mí. Camille iba a tener que llorarme mientras buscaba a nuestro hijo.

"Ahora no..." supliqué a cualquier fuerza que quisiera escuchar. "No puedo morir ahora".

Algo o alguien debe haber estado escuchando. Porque los zarcillos, como respondiendo a mi súplica desesperada, comenzaron a retroceder y su agarre se aflojó ligeramente. Fue como si un rayo de esperanza hubiera atravesado la oscuridad, ofreciéndome un rayo de respiro.

Con cada momento que pasaba, el dolor comenzó a disiparse, reemplazado por una sensación de vacilante alivio.

Respiré profundamente y tranquilicé, dejé a un lado el miedo que momentáneamente me consum
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