Sheldon quedó un poco aturdido y luego regresó a sus sentidos cuando vio los zapatos rojos.

De repente perdió el control de sus emociones y rompió a llorar cuando vio que la persona que le estaba entregando los zapatos era su hijo, Jaime.

Jaime no esperaba que su padre se echara a llorar de repente. Se apresuró hacia él y lo abrazó, y dobló levemente sus piernas para ayudar a su padre secarse las lágrimas con sus mangas.

Sheldon nunca esperó que su hijo fuera tan considerado. Pensó en Sophie, quien todavía estaba esperando para asistir a su boda en el hotel, y sintió que podía morir sin arrepentimientos en este momento.

Finalmente se dio cuenta de que solo ahora entendía verdaderamente el significado de la vida después de haber vivido por cincuenta años.

No había nada que pudiera compararse con la felicidad y la armonía de una familia.

Aunque Sheldon y Helen puede que no tuvieran ningún contacto entre ellos en el futuro, él había ganado el amor verdadero y el apoyo de sus tres hi