Capítulo 27
Ese día, por primera vez, Miguel deseó abrazar a una mujer.

No por amor.

Solo quería sostenerla, secar sus lágrimas, besar sus labios temblorosos.

En medio del silencio, Miguel volvió a preguntar:

—¿Por qué quieres divorciarte?

En la puerta, Damián se giró con Aitana y miró fríamente a su antiguo amigo, con voz gélida:

—Miguel, ¿sabes lo que estás haciendo? Si no estás en tus cabales, ve al hospital a que te revisen la cabeza.

Miguel se levantó lentamente:

—Estoy muy lúcido. Siempre lo he estado.

—¿Y tú lo estás, Damián? Si lo estuvieras, sabrías que Aitana ya no te ama. Podrás retenerla uno o dos años, pero no toda la vida.

Damián soltó una risa sarcástica:

—Sigue siendo mi esposa.

Miguel guardó silencio.

Selene, a su lado, tiró suavemente de su manga y preguntó con cautela:

—Miguel, ¿te gusta Aitana?

Miguel asintió levemente.

En ese momento, la copa en las manos de Selene se estrelló contra el suelo.

En el estrecho ascensor solo quedaron Damián y Aitana.

Ella se soltó bruscamente de
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