Estuve en el hospital un largo rato porque necesitaba calmarme porque esto no le hacía nada bien a mi embarazo, después decidí que debía irme a casa para darle tiempo a Federico de recapacitar sobre la decisión que había tomado. Pero en el camino decidí que pasaría buscando a mi hijo porque ya era hora de volver con él a la casa, estoy muy agradecida con toda la ayuda que mi padre y mi hermano me prestaron todos estos días, pero necesito tener un poquito de normalidad entre tanto caos.

Cuando llegué a la casa de mi padre, mi hijo corrió mis brazos y yo me dediqué a mimarlo y a consentirlo, ellos insistieron que debía quedarme en su casa, pero yo no quise. De hecho, también me preguntaron qué me sucedía, pero preferí guardar silencio porque en estos momentos no podía hablar, sabía muy bien que me destruiría de todas las maneras posibles y no quería preocuparlos más. Tampoco quería el típico sermón de que debo entenderlo, que yo pasé por lo mismo, que me esperó, que tuvo fe. Estaba can