SOY YO, GERARD

Albert Ravell se quedó en silencio, mirando a la mujer que lloraba a mares en la esquina. Pensó que ella era fuerte, pero estaba muy equivocado. Definitivamente tuvo momentos en los que se derrumbó, llorando mucho, cediendo a sentimientos de soledad e impotencia.

Su corazón se sentía apretado en su pecho. Cómo deseaba poder soltarla, sostenerla en sus brazos, sentir su dolor y nunca dejarla ir. Pero él no era el que ella quería. Nunca antes había envidiado a nadie, pero ahora anhelaba ser aquel por quien ella lloraba. Porque eso demostraría lo importante que era él para ella. Su amor se marchitó antes de florecer.

Gerard seguía volteando el teléfono en su mano, dudando en presionar la tecla verde. No sabía lo que iba a decir cuando finalmente lo consiguió. – ¿Responderá ella? Consiguió su número de German después de la comida porque estaba preocupado por ella. Sin embargo, no fue lo suficientemente valiente como para llamarla.

Demy no sabía cuánto tiempo había estado llorando, pero s
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