El Hijo "Astuto" del CEO, Vuelve con mi Mami
El Hijo "Astuto" del CEO, Vuelve con mi Mami
Por: LaReina
LA VISITA

—Señor Levi, hay una oficial que quiere ver al jefe. ¿Puedo dejarla pasar? —preguntó un empleado de Williams International Group, una empresa líder en Estados Unidos.

—¿Qué? ¿Una oficial? —replicó Abraham Levi, con una mezcla de sorpresa y humor—. Dios mío, ¿qué estará pasando ahora? Sé que el jefe tiene muchas novias, pero ¿cuándo agregó una novia militar a su lista? Esto de ser asistente es agotador. No solo tengo que encargarme de su agenda laboral, ¡también de sus líos personales! —murmuró en su mente mientras caminaba hacia la oficina del director general.

A pesar de sus dudas, decidió comunicarle la situación a su jefe.

—Jefe, hay una oficial que insiste en verlo. Dice que es urgente, pero no tiene cita. ¿Qué hacemos? —le preguntó Levi con una sonrisa cargada de curiosidad.

Gerard Williams alzó la vista de los papeles que estaba revisando, visiblemente confundido.

—¿Una oficial? —repitió, sin recordar a ninguna mujer militar en su vida—. ¿Qué quiere?

—No lo mencionó, pero parece estar decidida a hablar con usted —respondió Levi, manteniendo su tono burlón.

—Interesante. Parece que tiene mucha confianza para presentarse sin previo aviso. Déjala entrar —dijo Gerard, ahora intrigado por la inesperada visita.

Mientras tanto, en el pasillo, Demy Ollemberg intentaba calmarse. Vestida con su impecable uniforme militar, lucía seria y profesional, pero por dentro estaba nerviosa. No tenía idea de si Gerard la recordaría, pero las palabras que él le gritó hace años seguían grabadas en su mente:

"Eres solo mi esposa en un papel. Mi corazón y mi amor nunca serán tuyos. Me obligaste a estar contigo. ¡Jamás permitiré algo así de nuevo!"

Esa noche había sido confusa y dolorosa. Demy apenas recordaba lo que sucedió, pero sabía que algo estaba mal. Se había despertado en sus brazos, adolorida, mientras él la acusaba de haberlo drogado. Ella también había sentido los efectos de algo extraño y sospechaba que ambos habían sido víctimas de una trampa.

Durante seis años, Demy había vivido con los rumores constantes sobre Gerard y sus romances con celebridades y modelos. Todo lo que sabía de su vida lo veía en las noticias, pero jamás lo había contactado. Solo estaba allí ahora porque las circunstancias la obligaban.

—Mamá, me estás apretando la mano —dijo una pequeña voz, sacándola de sus pensamientos.

Demy miró a su hijo, German, quien la observaba con sus ojos brillantes.

—Perdóname, cariño. Estaba distraída —le dijo, arrodillándose frente a él. Luego tomó aire y añadió—: El hombre al que vamos a ver… es tu papá.

German, con una madurez sorprendente, asintió. Aunque sabía de la existencia de su padre, nunca había insistido en buscarlo. Para Demy, su hijo era su mayor motivo de vida, el resultado inesperado de aquella noche confusa.

—Señora, el jefe la espera —anunció el asistente con respeto. Al mirar al niño, sintió algo familiar en él, pero no pudo identificar qué era.

—Gracias —respondió Demy cortésmente, tomando a su hijo de la mano.

Caminar por los pasillos de la empresa fue un desafío. No solo llamaba la atención por su uniforme militar, sino también por su porte serio y su mirada decidida. Aun así, las gotas de sudor en su frente revelaban su nerviosismo.

—Por aquí, por favor —dijo la secretaria al abrir la puerta de la oficina.

Al entrar, Demy se encontró con la mirada penetrante de Gerard. Aunque trataba de mantener la calma, sentía el peso de su presencia. Él la observó con una expresión seria, pero no pudo evitar notar lo encantadora que se veía, a pesar de su rigidez.

—Lamento molestarte, pero no tengo otra opción —comenzó Demy, evitando mirarlo directamente—. Necesito que cuides a mi hijo durante tres meses. Volveré tan pronto como termine mi misión.

Gerard frunció el ceño, claramente confundido.

—Espera, ¿quién eres? ¿De qué estás hablando?

Sin decir nada más, Demy colocó una licencia de matrimonio sobre el escritorio.

—Responderé todas tus preguntas cuando regrese, pero ahora no tengo tiempo.

Antes de que él pudiera procesar lo que sucedía, el teléfono de Demy sonó con un tono militar. Contestó rápidamente.

—Sí, Mell, ya estoy en camino. Avísales que estaré allí en breve —dijo con firmeza antes de colgar.

Gerard permaneció en silencio, tratando de asimilar la situación.

—German, pórtate bien y no causes problemas, ¿de acuerdo? —le dijo Demy a su hijo mientras acariciaba su rostro con ternura.

—No te preocupes, mamá. Seré un buen chico —respondió German con una dulce sonrisa.

Sin embargo, el pequeño ya estaba planeando cómo enseñarle a su papá a ser un buen esposo.

Demy salió apresuradamente de la oficina, dejando a Gerard atónito frente a la licencia de matrimonio.

—¿Demy Ollemberg? —murmuró para sí mismo. Finalmente recordó a la mujer con la que había estado casado durante seis años, pero que había dejado en el olvido.

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