“Claro, ¿por qué no? He ahorrado algo de dinero de mi tiempo en el ejército”.

“No tengo la costumbre de gastar el dinero de un hombre”.

“De acuerdo, entonces”.

James no agregó nada más.

Si Thea quería trabajar, que lo hiciera.

En todo caso, todavía estaba en la etapa de planificación, sin saber cuándo se concretaría.

“Ve a lavarte la cara. Yo iré a cambiarme”.

“Está bien”.

James asintió y salió de la habitación.

No había nadie en la sala de estar. Probablemente todos los demás habían salido.

Recién despertado, James se aseó soñoliento en el baño. Entonces, esperó a Thea en la sala de estar.

Pronto, Thea salió de su habitación con una muda de ropa.

Llevaba una camisa blanca y nítida, una falda lápiz y unos tacones. Parecía una mujer exitosa.

También tenía una excelente figura. Con su larga melena negra colgando por la espalda, se veía como una mujer madura y capaz.

“Estás preciosa”.

James elogió a Thea, mirándola como si fuera una pieza de arte perfecta.

Thea dio una len