“Qué desgraciado”.

Todos los hombres empezaron a reprenderlo, con la mirada fija en Quincy.

Ella era tan sensual. Tan seductora. No era de extrañar que James hiciera eso.

Todos los hombres presentes pensaban lo mismo, pero ninguno tenía las agallas para actuar conforme a ello.

Thea no creyó ni una palabra de lo que dijo Quentin. Ayudó a Quincy a levantarse. “¿Es eso cierto, Quin?”.

“No... no lo sé”.

La mente de Quincy estaba confusa después de ingerir aquella droga. No recordaba lo que había pasado.

Todo lo que sabía era que James la estaba tocando.

Sacudió ligeramente la cabeza. “Yo... no lo sé. Recuerdo vagamente que James me levantó y me estuvo manoseando la espalda, los brazos y las piernas”.

“Pfft~”.

James se echó a reír.

La desintoxicó por amabilidad. ¿Cómo es que ahora la estaba manoseando?

“¡Así fue exactamente!”, dijo Quentin. “Fui a detenerlo, pero empezó a pegarme”.

“Llamemos a la policía”.

“Escorias como él es lo que hunde a la sociedad”.

Todo el mundo empezó