James miró con curiosidad a Maxine.

Por alguna razón, sintió que Maxine había cambiado de repente.

A pesar de su edad, siempre había sido madura, firme y tranquila a la hora de enfrentarse a las cosas. Sin embargo, ahora se comportaba como una niña traviesa.

“Vámonos. Tenemos que encontrar un lugar donde quedarnos por ahora. Ya arreglaremos los detalles más tarde”.

James se dio la vuelta y se fue.

Mientras tanto, un apuesto joven estaba sentado con las piernas cruzadas en la residencia de Madelyn en Cansington. Fijó su mirada en Madelyn, quien estaba absorta en la lectura de una novela de guerra. Con cara de insatisfacción, se aclaró la garganta y dijo: “Madelyn, hace más de un mes que vine a Cansington. ¿Cuándo cumplirás tu promesa?”.

Madelyn dejó el libro y se volvió hacia él con una expresión de extremo disgusto. Chasqueó la lengua. “¿No te di ya tu dinero? Utilízalo para conseguir cualquier tipo de mujer que desees en esta ciudad. Si no consigues la mujer que quieres, es que