“¡Argh!”, gritó Karum miserablemente mientras la espada atravesaba su corazón. Su sangre salpicó y luego se derrumbó en el suelo, muriendo en el acto.

Todos se quedaron sin aliento cuando vieron su final y un profundo miedo surgió en sus corazones. Tenían miedo de terminar de la misma manera que Karum por haber atacado al Santo Señor. Ante ese pensamiento, sus piernas se volvieron gelatina y algunos de ellos incluso se tropezaron.

“Santo Señor, ¿qué debemos hacer con el resto?”, preguntó el Paladín del León Dorado cortésmente después de pasar la mirada por toda la habitación. Luego, él activó su energía santa, la cual se extendió por todos y causó que entraran en pánico aún más.

Darryl no respondió. Simplemente pasó la mirada por cada uno de ellos mientras mantenía una expresión tranquila en su rostro. Todos, sin excepción, se marchitaron bajo su mirada. Podían escuchar los fuertes latidos de sus corazones y algunos de los hombres más cobardes incluso cayeron de rodillas mientras su