Capítulo 93
Su voz grave, en la quietud de la noche, transmitía una sensación reconfortante y cautivadora.

Asentí: —Está bien.

...

De vuelta en la habitación, Sofía me vio y murmuró: —Siempre hace lo mismo.

—Insiste en venir a hablar conmigo cuando estoy por dormir.

—Y cuando no le respondo, me insulta, me dice que soy una mudita...

Sofía se ponía cada vez más triste: —También dice que soy una carga, que si no fuera por mí, papá ya se habría casado.

Las lágrimas le caían en gruesas gotas.

Le sequé suavemente las lágrimas: —Si papá no se ha casado es simplemente porque no quiere.

Sofía me miró fijamente: —¿En serio?

—Por supuesto —sonreí para tranquilizarla— Cuando encuentre a alguien que le guste, será el primero en querer casarse.

—Así que no es culpa de Sofía, ¿entiendes?

Sofía asintió.

Retomé el libro y seguí leyéndole.

Tal vez porque el cuento era muy bonito, o quizás porque por fin se había quitado ese peso de encima. Esta noche se durmió con una sonrisa en los labios.

La miré y susurré: —Sof
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