PROSTITUTA

Volviendo al mundo de Rebecca, con las piernas temblorosas y con tanto respeto, el hombre le dio el permiso que necesitaba para entrar en la habitación.

Nerviosa, Rebecca cogió la tarjeta de la mano del hombre y se alejó sintiendo como si sus piernas ya no funcionaran y en cualquier segundo, sus piernas fueran a fallarle y hacerla caer.

Siendo la mujer segura de sí misma que siempre fue, Rebecca fue directo a la sexta planta.

De camino a la habitación, recordó lo que le había dicho a su amiga.

—¿Estás segura? ¿Cómo sabes todo eso?—, preguntó Rebecca.

—No me preguntes nada más hasta que termine y préstame atención, presta atención a todos y cada uno de los detalles que te voy a dar, el señor va a estar allí. No le conoces pero tienes que ser respetuosa, ¿vale? Tienes que tratarlo como a una esposa o algo así, un amigo íntimo, como quieras llamarlo.

Esa noche ella estaba viendo al joven. Tan poderoso como cualquier otra persona en ese club. Daniel Muriel era su nombre. Eso era todo l
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