MAGIA

De la misma manera que la vida podía ser toda felicidad, también lo era tristeza, dolor y traición aunque la traición ya se hubiera producido. Porque cuando se trata de dolor, la traición y el rencor no siempre son suficientes, no saben cómo satisfacer un corazón.

—Toma—, dijo Edmund, ofreciéndole un té.

Judith se limitó a mirarlo. —Gracias.

—¿Cómo te sientes?

—N-no lo sé… no lo sé—, expresó. —Solo pienso en este dolor y… quiero… yo.

—¡Shh! ¡Para! No tienes que decir nada, no si no lo quieres ahora.

—Mi padre, Edmundo.

—¿Qué?

—Lo sé todo.

—¿De qué estás hablando?

—Mi padre murió en manos de Stefan.

—¿Qué estás diciendo, Sonia?

—Sé que Stefan no es Alejandro Muriel. Lo que sí sé es que Stefan es sólo un usurpador y mató a mi padre cuando descubrió eso.

Edmund no pudo evitar sentir cómo se le secaba la garganta. ¿Qué estaba diciendo?

El enigma estaba a punto de resolverse.

Sólo un hombre estúpido que tuvo que recibir ayuda para triunfar en la vida. No era nada sin Rebecca, lo había de
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