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Un día después, Vladímir se tendió en el sofá de cuero de su discoteca en el lugar más cerrado y prohibido para estar tranquilo y pensar. Desafortunadamente, tuvo la desagradable sorpresa de ver aparecer a Tanya.

Dio una calada a su cigarrillo y le lanzó una mirada violenta que debería haberla disuadido de seguir adelante, pero, ay, este último se acercó para venir a besarlo. La dejó hacerlo, esperando sentir algo.

Nada.

Con los ojos fijos en el tapiz rojo, sin nada en la cabeza más que el que podría haberse convertido en su cautivo, Vladímir se liberó con un gesto brusco.

- ¡Parada!

Ella lo miró enrojecida de ira.

- ¡Puedo saber lo que ha estado pasando durante setenta y dos horas!

- No estoy de humor. Vladímir gruñó, aplastando su cigarrillo.

- Desde que este chico vino a la fiesta, has estado completamente en otra parte. Ella escupió con desdén.

El comentario de este último le hizo sonreír.

- Este chico, como dices, tiene más en el cerebro que tú, Tanya.

Herida en su orgullo, apret
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