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Cuando llegaron a su apartamento, Lily solo tenía una consigna en mente: quédate y no huyas.

Se quitó la chaqueta, encendió la luz principal y, como un príncipe, se acercó al botellero y sacó una botella.

- Entra no te quedes ahí, moya dorogaya parece una estatua. Comentó, agarrando dos vasos con tallo.

Lily se quitó el abrigo y lo dejó en el perchero.

- Es gracioso, siento que vengo por primera vez.

Vladímir miró hacia arriba y la vio caminar de un pie a otro con nerviosismo. El sabor de sus labios seguía en los suyos, había sabido por algún milagro controlar sus impulsos para detenerse a tiempo. Si el sonido de la música no hubiera sido tan fuerte, Vladímir casi se habría olvidado de que no estaban solos.

La imaginó viniendo hacia él desnuda y apretó las mandíbulas para transmitir esta visión erótica.

- ¿No vas a huir?

Ella dejó de caminar y lo miró directamente a los ojos. Podía sentir que estaba peleando consigo misma, sus ojos brillaban todavía y con todo lo que le había dicho ha
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