Inicio / Paranormal / Dolores del pasado / Hogar no tan dulce hogar
Hogar no tan dulce hogar

Cataleya Dunner.

Siento que han pasado horas, saco el móvil de mi bolsillo y veo que apenas ha pasado media hora, desde que estoy aquí sentada en el piso llorando.

¿Por qué le gusta hacerme sufrir?

Ya no lo aguanto más, ese hombre no es mi padre.

Me levanto y me dirijo al baño, abro el grifo del lavado y con mis manos me refresco el rostro, mis ojos chocan con el espejo y… demonios, no puedo permitirme seguir así, no puedo dejar que Kendall Dunner consuma mis energías de esa manera, no es justo para mí y ya estoy cansada de hacerlo todo para complacerlo y que a él nunca le importe.

Ya no más.

Me tiro en la cama, escucho como tocan la puerta, pero no quiero ver a nadie. No contesto, pero siguen insistiendo.

­— Vamos Leya, ábreme la puerta, sé que me oyes…

Me enderezo y me levanto sin tantas ganas para saludar a mi otro hermano, que acaba de llegar.

—Vaya, sí que me extrañabas… — Su sarcasmo se hace notar al ver mi poca efusividad para abrazarlo, pero la verdad es que se me extinguieron las ganas.

—No te lo tomes a mal Brett, solo que estoy cansada por el viaje. — Me excuso.

Me separo de sus brazos y lo detallo mejor, mis hermanos son hermosos, antes la única que los podía diferenciar era nuestra madre, pero según fueron creciendo, parte de sus rasgos fueron cambiando y ya no es una tarea difícil marcar las diferencias y reconocer con cuál de los dos hablas.

Brett es más alto que Craig, sus ojos color avellana muchos más claros que los míos y tan idénticos a los de mi otro hermano, son su encanto más llamativo. Su pelo es de un color castaño cenizo, abundante y le encanta dejar sobre su rostro un pequeño rastro de barba, que lo hace ver más maduro y centrado de lo que es. De mis dos hermanos, Brett siempre fue el más reservado y menos atolondrado. Craig es todo lo contrario, — hablador,  escandaloso... —aunque en apariencia sean casi igual, solo que sin la barba y el pelo un poquitín más oscuro. 

Se parecen a papá, ojos claros, pelo castaño. Mamá y yo somos pelinegras, ojos oscuros y rasgos finos, nuestros chicos tienes rasgos faciales fuertes pero divinamente hermosos, incluyendo a mi Padre.

Mi hermano me mira y me acaricia el rostro, sonrió. A pesar de que siempre hice mejor migas con Craig, amo demasiado a mis mellos y los extrañaba un montón.

­­­—Lamento no haber ido a recogerte… Papá me encargo algo en el viñedo que no pude dejar pasar.

Asiento, supongo que algunas cosas nunca cambian, Brett siempre será el preferido de papá.

Escuchamos pasos por el pasillo, vemos a Craig asomarse por el marco de la puerta y empujar divertido al otro mello que instantes antes me tenía contra su pecho.

­­— ¿Por qué tardan tanto? Empezare a creer eso de que es cierto que quieres tomar mi lugar como hermano favorito —lo señala y esta vez es el quien me abraza y me alza del suelo, suelto una carcajada mezclada en un grito pidiéndole que me baje y este lo hace divertido —Que conste que no lo pienso permitir, soy el menor de los dos, por lo tanto, merezco todo su amor, tú solo eres el intruso en nuestra relación. — Reímos.  

Brett levanta las manos como en señal de rendición —Ya, cálmate pequeña fiera. Vamos Leya, Mamá nos espera para comer.

—Los extrañé mucho chicos —les digo y me extienden sus brazos educadamente para bajar por las amplias escaleras —Muero de hambre.

Estar encerrada llorando solo sería darle más preocupaciones a madre y darle el gusto a mi padre de saberme mal, vine a disfrutar de mis hermanos, no permitiré que nadie me arruine estar con mi familia.

Bajamos a comer y lo hacemos entre risas y pequeños recuerdos.

Nuestra madre nos sirve, y… Joder, ¡Como extrañaba sus comidas!

Aunque paso un agradable momento con mis hermanos y con Chadd como en los viejos tiempos, soy incapaz de no sentir la mirada envenenada de mi padre y evito a toda costa pasar palabras con él.

En un momento durante la comida, le hago saber a mi madre lo mucho que la extrañaba y esta me sonríe.

—Aquí también te extrañamos mi niña, pero cuéntame, ¿Qué tal todo por allá?

­­—Pues todo va genial, pero la verdad es que si los tuviera a ustedes allá, mi vida fuera mejor. —Le tomo la mano con cariño por encima de la mesa y continúo —Tengo un buen trabajo, con un puesto excelente y Francia es… simplemente hermoso… deberían ir.

Paro de hablar cuando mi padre deja caer los cubiertos a la mesa haciendo que estos choquen con el plato y se levanta tirando la servilleta.

—Me retiro, tengo cosas más importantes que hacer.

Bajo la cabeza, aunque no quiero, su comportamiento me lastima, me hace añorar lo que un día fue. Al final de cuentas, ¿Qué puedo hacer? Todo fue mi culpa.

­—El negocio lo tiene algo estresado, no es tu culpa hermana —Levanto la cabeza, enarcando una de mis cejas al escuchar a Brett.

­—No trates de justificarlo, sabes muy bien que su actitud no es por eso, hermano. —Contesto mordaz, aunque sin querer ofenderlo. 

—Tienes que entenderlo Leya…

—Basta, no vine hasta acá para hablar de mi pasado, solo quiero pasar un rato agradable con mi familia y celebrar vuestro cumpleaños, ¿Acaso es mucho pedir? Si él no quiere formar parte, pues no será mi problema.

­—Leya…

—Ya está bien Brett… —Mi madre interrumpe lo que sea que mi hermano iba a decir y yo le agradezco internamente. Por debajo de la mesa, siento la mano reconfortante de Chadd sobre la mía.

­Después de la pacífica y agradable comida, mi mejor amigo salió con los chicos a dar una vuelta y a ver el viñedo de la familia, donde mañana se celebrara el cumpleaños de mis hermanos.

Mamá y yo tuvimos un pequeño enfrentamiento sobre quien lavaría los platos, en el que ninguna salió ganando y terminamos haciéndolo las dos.

Al terminar de hacerlo, subo al que ahora ocupo como mi cuarto y me tiro por segunda vez en el día sobre la cama. Ya está anocheciendo, no he vuelto a ver a mi padre y creo que es mejor así para todos.

—Hija, te has dejado el móvil en el salón y los últimos dos minutos no ha parado de sonar…

Escucho a mi madre en la puerta y se recuesta en el marco, mirando la pantalla. Me levanto para tomarlo y me apresuro más al escucharla hablar de nuevo.

— ¿Tienes novio Leya? Porque Deaclan parece muy insistente… —Su tono insinuante me deja sorprendida y a la vez  saber quién es el responsable de que mi móvil este sonando como loco desesperado.

— ¿Qué? Obvio no… Es solo trabajo madre.

Tomo el teléfono de sus manos con rapidez, la miro de pronto nerviosa y no se ni porque. El celular en mis manos vuelve a cobrar vida y mis pensamientos se pierden en una cabellera negra y unos azules que últimamente se cuelan cada vez más en mi sistema.

— ¿Estas segura hija? —Mi madre me mira burlona y no le veo lo gracioso a la situación.

—Sí, muy segura… Es solo trabajo, nada más — le digo a la defensiva y creo que lo hago, para convencerme más a mí que a ella.

—Vale, no he dicho nada… — Levanta las mano — Anda contesta, no dejaras esperando a tu trabajo… ¿O sí? — Dice en un perfecto acento polaco, se me hace sarcástico pero no le pongo más atención, se retira dejándome sola otra vez, me giro adentrándome al cuarto y me debato entre si tomar la llamada o no.

Me sorprendo, queriendo escuchar su voz y me cacheteo mentalmente.

No, seguro que solo quiere molestar, no tomare nada…

Joder, ¿Y si es algo sobre el club? Ciertamente mi trabajo está de por medio, en todo esto.

La tomare, aunque solo por si es algo del trabajo, digo a final de cuentas es mi deber ¿No?

— ¿Hola…? —Contesto.

—Vaya, por un momento llegue a pensar que no contestarías. ­­—Su tono de voz autoritario y hasta podría decir que enojado, me deja prendida y a la vez me sorprende escucharlo hablarme así, está de mal humor al parecer.

­—Señor Müller — Contesto cautelosa — ¿En qué puedo… ayudarle…?

—Te he llamado muchas veces durante el día, ¿tan ocupada estabas que no podías tomar ni una sola de mis llamadas? Te recuerdo Cataleya, que eres mi empleada, debes estar disponible, cuando lo requiera. —Me quedo sin palabras al escucharlo, no me esperaba este enfrentamiento de su parte, pero la verdad es que está muy equivocado si piensa que le aguantare sus groserías, por muy guapo que me parezca.

— Señor Müller, creo que se está confundiendo — Esta vez le hablo sin dudar — Porque yo no soy su empleada, trabajo para la editorial no para usted, no se equivoque, si se fija bien en la hora, también comprenderá que hace treinta minutos estoy fuera de mi hora de trabajo, por lo que no tengo que soportar sus llamadas insistentes e innecesarias, sumando a eso su falta de educación. Si necesita saber algo más, de lo que ya hemos acordado entre semana para el club, muy bien puede esperar a mañana y de paso llamar a mi jefa, no estoy en la ciudad…

Cuelgo antes de que pueda decir algo más, de pronto me siento muy enojada y… ¿decepcionada?, ¿herida?...

Joder conmigo.

Salgo de la habitación antes de que mi mente me traicione pensando en situaciones que no quiero recordar.

—Niebieskooki dupek “Idiota de ojos azules”.

—Bueno, eso ha sido intenso… —dice mi madre cuando llego a la cocina, mi padre está en el comedor, con la laptop, unos papeles sobre la mesa y el celular en mano, al parecer está hablando con alguien.

—Mamá… — Replico.

­— ¿Qué? No pude evitarlo, tus gritos se escucharon hasta aquí.

Bufo sin poder evitarlo y frustrada pongo mi cabeza sobre la isla, cerca del taburete donde está sentada mi madre.

—Lo siento, no quería gritar de esa manera, solo me altere un poco…

—Sea quien sea, definitivamente lo acabas de poner en su lugar — Ríe y ruedo los ojos.

—Mamá... — Objeto nuevamente.

Siento una de sus manos, acariciar mi cabeza y casi creo que empecé a ronronear como los gatos.

—Al parecer “tu trabajo” te tiene “muy” estresada... —Dice enfatizando con sarcasmo las palabras.

—No es lo que te estas imaginando, créeme.

—No estoy imaginando nada cariño, solo que te conozco Leya… — Me levanta el rostro — ¿Por qué no me cuentas de tu trabajo? — Me dice sugestivamente.

Suelto el aire de mis pulmones saturados, me enderezo y me subo sobre la isla.

—Ahora mismo, estamos en un gran proyecto, si las cosas se dan como lo llevamos planeando, será el primer paso para conceptualizar la marca de la editorial, como una empresa de marketing y diseño, más que una simple editorial. Yo soy la encargada del proyecto, la diseñadora de cabecera…

— Eso es muy bueno hija — Me interrumpe — Y me siento muy orgullosa de ti por eso pero… ¿Dónde entra Deaclan en la ecuación...? Así es que se llama ¿Cierto?

—Deaclan Müller… — Resoplo con fuerza. — ¿Recuerdas a Ivonne?

—Claro, ahora es tu amiga ¿No?

—Sí. El caso es que me insistió tanto que fuera con ella a un club a relajarnos que después de tanto trabajo, durante el día, al final accedí. Lo conocí ahí, él es el dueño de la cadena de antros y bares más grande en Francia, lo que menos pensé fue que al lunes siguiente me lo encontraría en la editorial, al parecer conoce a Amélie, mi jefa.

­—Pero… ¿Hubo algo entre ustedes? —Me mira cuidadosa

—Nooo, Mamá no, de hecho ni siquiera quise bailar con él, es un pesado y un grosero la verdad —Su dedo se presiona entre mis cejas y el fruncido se va. —Además, no quiero a nadie en mi vida mamá, tuve suficiente de eso y no terminó para nada bien. — Mi mirada se dirige aun sin pretenderlo hacia mi padre y este sigue en lo suyo sin prestarnos atención o al menos eso creo.

—Leya, no puedes culparte, mucho menos castigarte así por lo que pasó, no te cierres a la oportunidad de amar… de ser amada, mereces ser feliz.

—El problema en todo esto es que yo no quiero amor en mi vida, estoy muy bien así y hace mucho que ya no pienso en nadie. — Digo, con la mirada perdida y como quisiera que eso fuera cierto.

—Puedes engañarte a ti misma Leya, pero no a mí y algo me dice que la próxima vez que hablemos de Deaclan Müller, será bajo otra circunstancia. — Me guiña un ojo y me niego a darle la razón.

Se levanta del taburete y se marcha dejándome sola en la cocina, me bajo de la isla, y voy por un poco de agua.

Cuando me doy la vuelta, casi se me cae el vaso del susto, mi padre que antes estaba en el comedor, justo ahora está frente a mí y no sé cómo reaccionar.

— ¿Müller… dijiste Müller?

Sin saber que decir solo puedo asentir. Este lanza una risita burlona pero a la vez como resignada y no lo entiendo.

—Ya veo. — Coge el vaso intacto de mi mano y se lo lleva a la boca tomándose todo el contenido, se da la vuelta, sale de la cocina y voy detrás de él. Lo alcanzo cuando esta a punto de subir las escaleras.

—Pensé que mi vida no te importaba.

—No lo hace, solo confirmo una vez más, que eres patética y mi mayor vergüenza.

_________________________________

Voy saliendo de tomar una larga ducha, cuando escucho pequeños golpes en la puerta nuevamente.

Con la toalla bien amarrada a mi cuerpo, la abro y veo a los chicos del otro lado de la puerta.

—Vaya, llegaron ¿Ya acabaron el tour? — Me acerco a ellos y sin que lo esperen, los golpeo en la nuca a los tres en filita india.

— Auch…

— ¿Por qué fue eso?

Replican, Brett enarca una de sus cejas y me cruzo de brazos.

—Eso fue porque se fueron sin mí, se supone que íbamos a pasear todos, bola de idiotas. Tengo mucho que no recorro las calles de mi pueblo, tenía ganas de ir con ustedes y me dejaron, así que bien merecido lo tienen.

—Ya, no seas enojona Leya, sin duda que serás igual de peleona que mamá…

­—Escuche eso… —Dice mamá  que venia del otro pasillo, señalando a Craig.

­—Bueno, solo veníamos a invitarte oficialmente a una noche de películas con tus bellos hermanos — Se me acerca y me susurra al oído, sin pretender realmente que los demás no lo escuchen —Obviamente yo soy el más bello de los tres… — Guiño

—Entonces ¿Qué me dices, vienes a la sala de cine? —Escuchar a Brett hablar de la sala de cine, me recuerda el altercado que tuve con mi padre nada más llegar, algo de lo que aún no se entera al parecer.

A pesar de que la mención de dicha sala me provoca una dura punzada en el estómago y ganas de llorar, acepto la invitación, solo quiero pasar tiempo con ellos, antes de tener que irme nuevamente.

Se van a preparar todo, dándome espacio para vestirme, cuando voy de camino a la que antes era mi habitación me encuentro con Chadd.

—Conejito, a ti te estaba esperando. —Llego a su lado y le sonrió.

—Pues aquí estoy, ¿Vamos? —Engancho mi brazo al suyo y caminamos.

— ¿Recuerdas las ferias anuales?

—Síp, la última a la que fui, fue el puente que cruce hacia mi mala suerte y fue hace cinco años, ¿Cómo olvidar tan memorable noche?

— ¿Eso que escucho en ti es sarcasmo? Porque recuerdo que no te vi en aquella feria.

—No seas imbécil Evans, tú mejor que nadie, sabes lo que paso esa noche.

—Vale, vale, ya dejare el tema, no quiero que tu lado oscuro te dañe la noche, lo siento.

Asiento y finjo olvidar el tema, llegamos al cuarto y ya los chicos tenían todo listo. Palomitas, dulces, gomitas, sodas, y varias cajas de pizza que al parecer trajeron de camino a casa.

Vimos una de las películas favoritas de los mellos y a la media noche soy la primera en darle las felicitaciones tirándome sobre ellos, cantándoles la tradicional canción de cumpleaños y súper feliz de estar con ellos.

Mamá entró un par de minutos después a continuar mi algarabía y casi derramando lágrimas, al final solo pudimos ver una película y pasamos el rato hablando, comiendo y celebrando con el mejor vino de la cava familiar.

Al cabo de un par de horas, recogemos las cosas y cada quien se va a su cuarto, me quedo rondando en la habitación y mi mirada se dirige a la ventana.

Tantos recuerdos… Me recuesto sobre el sofá más cercano, mirando a través de ella, mis ojos recorren las paredes que antes eran blancas, ahora de un color beige y vuelven a la ventana.

No puedo evitarlo y aquella noche vuelve a mi mente.

—Bonita, déjame explicarte por favor… las cosas no son como crees.

Una lágrima traicionera y solitaria corre por mi mejilla y me la quito con rabia.

—Dupek.

— ¿Insultando al aire? — Craig entra y se sienta a mi lado con una sonrisa.

—Sabes que tengo momentos de locura — me abraza y sentir su cariño es más que reconfortante para mí.

—Gracias… — Levanto mi cabeza al escucharlo — Gracias por estar aquí. — Lo abrazo nuevamente y esta vez con más fuerza, nos quedamos en un cómodo silencio hasta que vuelve a hablar.

— ¿Te quedaras para la feria?

— ¿Quieres que me quede?

—Hacia mucho que no pasábamos tiempo juntos y la feria de vinos es la excusa perfecta para embriagarse y divertirnos como los hermanos que somos, deberíamos hacer algo memorable...

—Pues no se diga más, aquí estaré... Lamento no poder quedarme más tiempo, pero me espera mucho trabajo en casa.

—Seguro… ¿No será que me cambias por algún galán francés? — Pregunta divertido y recuerdo unos azules, me descubro queriendo sonreír como estúpida pero me cohíbo al recordar que sigo molesta con él, además de que no debería pensarlo.

¡Joder!

Esto no me puede pasar otra vez.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo