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Capítulo226 De tal palo, tal astilla
Adriana no quería involucrarse en problemas innecesarios, y podía ver que Benicio estaba aquí para ajustar cuentas. En cuanto a Andrés, bueno, recibir algunos golpes no le haría daño.

Caminó lentamente y, al llegar a la esquina, escuchó una pregunta acusadora.

—Ya sea que estés de acuerdo o no con este asunto, ¡está decidido de todos modos!

—Luego te pregunto, ¿cuál es tu relación con la esposa de Omar?

Adriana se detuvo en seco. Un joven rió suavemente unas veces, respondiendo audazmente: —¿Qué relación? ¿No puedes verlo?

—¿Qué estás insinuando?

—Codiciar a la esposa de otra persona, ¿no es un gen heredado en nuestra familia? Papá, ¿no lo entiendes?

Hubo un segundo de congelamiento en el aire. Luego, la voz enfurecida de Benicio resonó: —¿Qué estás diciendo?

¡Pum! Un sonido fuerte.

Adriana se quedó boquiabierta. Intentó retroceder, pero ya era demasiado tarde, ya que Andrés fue derribado al suelo con un puñetazo, justo frente a ella.

El hombre giró la cabeza, y al verla, su expresión
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