Capítulo 11
—Señor, ¿usted no va?

El sirviente preguntó confundido.

Ezequiel sacudió la cabeza con ceño fruncido, con una expresión de conflicto y angustia que ni siquiera él mismo se daba cuenta. Ahora, si se acercaba, ella podría acabar con él.

Su teléfono vibró, ajustado al modo de vibración, zumbó insistentemente. Ezequiel, molesto, sacó el teléfono y miró un número desconocido antes de colgar directamente.

Justo cuando estaba a punto de guardarlo en el bolsillo, el teléfono volvió a vibrar. Era un mensaje no leído.

—Ezequiel, me estoy yendo de vuelta a mi país. ¿Cómo estás?— Debajo había información de vuelo. De repente, supo quién era.

Mirando fijamente las palabras en la pantalla, sus ojos se volvieron más complicados. Levantó la vista, la lluvia golpeaba sus ojos, y guardó el teléfono en su bolsillo. Cuando volvió a abrir los ojos para mirar la tumba, ya no había una figura delgada. Rápidamente miró a su alrededor, pero vio que Aurora ya se había subido al auto de Ulises estacionado cerca.
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