El médico miró a los presentes con seriedad.—El problema no es la cantidad de comida disponible, sino su consumo. Los análisis muestran que la señorita Alanna ha estado comiendo de manera insuficiente durante mucho tiempo. Puede ser por estrés, problemas emocionales o incluso por alguna condición que le haya quitado el apetito.Miguel soltó una carcajada seca, incrédulo.—Esto es ridículo —espetó, cruzándose de brazos—. Alanna solo quiere llamar la atención.—Exacto —secundó Allison con una sonrisa burlona—. No es la primera vez que hace algo así.Desde la cama, Alanna sintió que la rabia le quemaba el pecho. Apretó los puños con las pocas fuerzas que le quedaban. Su respiración era entrecortada, y su rostro reflejaba el enojo acumulado durante años.—¿Que lo hago para llamar la atención? —su voz sonó débil al principio, pero luego se cargó de ira—. ¿Creen que es divertido aguantar hambre hasta el punto de no poder levantarse?Miguel y Allison se quedaron en silencio, sorprendidos po
La desesperación de Allison alcanzó su punto máximo cuando vio que Miguel estaba decidido a investigar lo ocurrido en el convento. Cada minuto que pasaba era un riesgo, cada palabra que él pronunciaba era una amenaza para su secreto. No podía dejar que descubriera la verdad.Respiró hondo, sintiendo que la angustia le cerraba la garganta. Su mirada recorrió la habitación hasta posarse en un candelabro de hierro que sostenía una vela encendida. Sus manos temblaron mientras lo tomaba, pero su determinación fue más fuerte. Sin pensarlo dos veces, dejó caer la vela sobre su vestido de seda, viendo cómo las llamas comenzaban a consumir la tela.El dolor fue inmediato, pero no gritó. Se mordió el labio con fuerza hasta hacerlo sangrar, obligándose a soportarlo el tiempo suficiente. Solo cuando la quemadura se hizo insoportable, se dejó caer al suelo, rodando para apagar el fuego mientras su grito desgarrador resonaba en toda la mansión.En cuestión de segundos, los sirvientes entraron corri
Alanna se sentó al borde de su cama, observando el sol que comenzaba a iluminar el jardín. Después de varios días de tratamiento, se sentía un poco más fuerte. El agotamiento seguía presente, pero su cuerpo ya no parecía estar al borde del colapso. Sus piernas ya no se sentían tan pesadas, y aunque la debilidad aún la acechaba, la determinación en su interior la impulsaba a salir de la habitación.Leonardo, siempre atento, la observó desde la puerta. Se acercó a ella con una sonrisa suave, sus ojos llenos de preocupación y ternura.—Hoy podemos salir al jardín —le dijo con voz suave, como si temiera que el simple hecho de hablar la lastimara.Alanna lo miró y asintió, con una leve sonrisa que apenas alcanzaba a iluminar su rostro cansado. Leonardo la ayudó a levantarse y la guió por el pasillo, con su brazo alrededor de su cintura, asegurándose de que su paso no fuera demasiado lento ni forzado.Mientras cruzaban el umbral del jardín, la luz cálida del día acarició su rostro, y por un
Alanna se sentía mejor. Los cuidados de Leonardo habían dado frutos, y aunque aún no estaba completamente recuperada, su cuerpo ya no era aquella sombra frágil que apenas podía sostenerse. Cada día, con su ayuda, ganaba un poco más de fuerza, y su espíritu, aunque aún herido, comenzaba a sanar. Sin embargo, sabía que no podía escapar de las presiones familiares, especialmente cuando se trataba de su boda con Leonardo.Esa tarde, el aire fresco del atardecer parecía susurrar secretos al pasar, mientras Leonardo llegaba a la mansión con una caja envuelta en tela de terciopelo negro, un detalle que solo incrementaba la intriga que se cernía a su alrededor. Sus pasos eran decididos, y su mirada, cargada de una mezcla de emoción y anticipación, se fijó en el destino al que se dirigía: la habitación de Alanna.La caja que traía consigo era grande, con bordes delicadamente adornados en dorado. En su interior, oculto entre pliegues de seda suave, descansaba una obra maestra: un vestido que, s
Por primera vez, Alanna percibió algo en su mirada que iba más allá de la fría distancia que siempre había mostrado. Esta vez, su mirada era cálida, profunda, como si el hombre que siempre había sido calculador, el que la había mirado con desdén en ocasiones, estuviera verdaderamente viendo la persona que había frente a él, no solo el objeto que había creado para él. Era admiración, sí, pero no la admiración vacía que se le suele dar a las apariencias. Era algo más sincero, algo que llevaba consigo la aceptación de todo lo que Alanna era, y eso la hizo sentirse vulnerablemente expuesta.—Eres... increíble —dijo Leonardo, con voz baja, arrastrada por la sorpresa que no pudo ocultar. Sus palabras no fueron solo un elogio hacia su belleza, sino un suspiro genuino ante la fuerza que ella emanaba, ante la mujer que, a pesar de todo, aún brillaba con luz propia.Alanna bajó la mirada, abrumada por la sinceridad en sus palabras. No sabía cómo responder, ni si las palabras que él acababa de p
Cuando Alanna se retiró para quitarse el vestido, Esteban se quedó paralizado, observando cómo su figura deslumbrante se desvanecía detrás de las puertas del vestidor. La imagen de ella, tan perfecta y tan lejana, lo atravesó como una flecha afilada. Cada paso que daba hacia la habitación la veía más inalcanzable, más ajena a él. La presión en su pecho se incrementó, y con ello, la rabia y el dolor. Era como si una tormenta estuviera creciendo en su interior, una tormenta alimentada por la impotencia de no haber sido capaz de detener todo esto, de no haber podido evitar que se alejara tanto de él.Los ecos de sus risas con Leonardo, los miradas cómplices, le martillaban la mente. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que su relación con Alanna se desmoronara sin hacer nada para evitarlo? Había estado cegado, había creído que tenía todo el tiempo del mundo, y ahora lo veía a punto de perderla definitivamente.No lo soportó más. Sin pensarlo dos veces, dio un paso deci
En ese momento toda la familia llegó a la habitación y vieron a Esteban, tocándose el labio partido, miró al suelo, incapaz de decir algo. La humillación lo envolvía, y la rabia por no haber podido hacer nada para evitar la escena se convertía en una sensación amarga que lo ahogaba. Pero no podía irse, no podía permitir que su orgullo fuera destruido tan fácilmente. A pesar del dolor, Esteban levantó la vista, con los ojos llenos de furia y orgullo herido, pero sin palabras.Alanna, aún temblando, no pudo evitar ver la expresión de rabia incontrolable de Leonardo. El hombre que había jurado protegerla, el hombre que la había elegido, estaba completamente desbordado por la furia y el dolor que le causaba verla en peligro. Alanna sintió un nudo en el estómago. Su mente, llena de confusión y caos, trató de encontrar sentido a lo que acababa de ocurrir. Pero no había tiempo para dudas. La escena había sido clara: Esteban ya no era una opción, y Leonardo lo había demostrado de la manera má
El aire en la mansión se volvió denso, cargado de tensión. Todos, de alguna manera, intentaban digerir la magnitud del daño que había sufrido el vestido de Alanna. Sin embargo, cuando la mirada de Alanna se dirigió nuevamente hacia Allison, la joven mantenía una calma inquietante, un brillo de desdén en sus ojos que solo alimentaba la furia de Alanna.—No hay pruebas que demuestren que fue ella, Alanna —dijo con tono firme Miguel, intentando desviar las acusaciones—. No podemos apresurarnos a hacer acusaciones sin fundamento.La señora Sinisterra asintió, mirando a Alanna como si ella fuera la que estuviera exagerando. Incluso Esteban, que hasta hace unos momentos parecía preocupado por la situación, se mantenía en silencio, dejando que el flujo de palabras continuara. Los comentarios de la familia solo avivaban más la ira de Alanna, que sentía cómo la injusticia la consumía.—¿Entonces tengo que quedarme aquí con las manos atadas mientras ella se sale con la suya? —gritó Alanna, mira