Capítulo 11
—¿Está a punto de morir alguien? —pregunté con malicia a Antonio mientras abría la puerta, todavía aturdida por los efectos de las pastillas para dormir—. ¿Isabel está agonizando?

Esas palabras lo enfurecieron por completo.

—¡María! ¡No seas tan cruel! —exclamó Antonio con una expresión sombría que jamás le había visto.

Sin ganas de discutir, intenté en ese momento empujarlo fuera para cerrar la puerta.

Pero Antonio fue más ágil: de una patada brutal abrió la puerta y me agarró del brazo.

—¡Antonio, ¿qué haces?! ¡Voy a llamar a la policía por allanamiento! —grité furiosa, forcejeando y propinándole una bofetada en mi arrebato.

Sin hacerme caso, me arrastró hasta su auto y me metió enloquecido a la fuerza.

—¡Antonio, ¿te volviste loco?! ¡Déjame bajar!

—¡Isabel está grave, al borde de la muerte! ¡Tienes que venir de inmediato al hospital conmigo! —pisó el acelerador hasta el fondo y el auto salió disparado en la oscuridad de la madrugada.

—¿Y a mí qué me importa si se está muriendo? No s
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