Cálidos y dulces

Ambos estábamos en el auto de Jason dirigiéndonos a su manada. Estaba nerviosa, sería quedarse corto. Mis sentimientos eran complicados, estaba feliz y ansiosa al mismo tiempo, pero también preocupada por los pacientes.

Jason pareció darse cuenta cuando colocó su gran mano sobre mi muslo y la apretó ligeramente para llamar mi atención.

—¿Qué pasa Ángel? —preguntó y solo le dediqué una sonrisa con los labios apretados. Con el ceño fruncido miró hacia la carretera.

—No pasa nada. Sólo estoy un poco nerviosa —dije con sinceridad y él me dio una rápida sonrisa antes de frotar mi muslo suavemente.

—No hay nada de qué estar nerviosa, Ara. Estoy contigo, todo estará bien. Solo quédate a mi lado todo el tiempo —dijo y yo asentí.

Observé cómo giraba lánguidamente el volante con la palma de la mano. Tenía las mangas dobladas hasta los codos y en el acto se le salieron las venas y lo miré con la boca hecha agua.

El coche se detuvo en la entrada. Todavía lo miraba un poco aturdida, completamente
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